LA
ODISEA EN MEDELLÍN
Ángela Cabrera XI-23 de 2014
La noche apenas comenzaba,
el viento fresco acariciaba suavemente mi cabello mientras me dirigía a casa,
la luna en su menguante perfecto iluminaba mis pasos y la entrada a una larga
noche, mientras caminaba pensaba en las infinidades de preguntas que tal vez no
sería capaz de mencionar en mi boca tímida, me preparaba sin saberlo para lo
que sería una gran confesión, y lo que se convertiría para mí en largos
pensamientos y meditaciones del cómo poder ayudar; sutilmente las personas
piensan que con ayudas superficiales podrán generar grandes cambios en la vida
de personas que necesitan ayuda verdadera; moneditas a la gente que mendiga en
la calle, simplemente aumenta las probabilidades de que aquel grupo de personas
incrementen vicios y se propague el micro-tráfico, esto se debe a la iniquidad
de Medellín, un territorio donde la mayoría vive en la pobreza y unos pocos
disfrutan de extravagantes gustos, donde no hay políticas serias e igualitarias
con este tipo de población casi excluida de ser llamadas personas,
escondiéndolos del mundo, tratándolos como a basura y brindándoles muy pocas
ayudas verdaderas que generen cambios: educación, empleo, salud, dignidad,
alguien quien les escuche, los oriente, un verdadero apoyo que cada ciudadano
podría hacer.
A pocos milímetros de girar
completamente la llave de la puerta principal que pretendía alejar la ruidosa
ciudad de mi hogar, una voz interrumpió la melodía que los audífonos
transferían a mis oídos atentos a las palabras sonoras de Ricardo Arjona, volví
mi rostro a la calle, y allí parado a tres o cuatro pasos se encontraba un
chico joven que detrás de sus pupilas escondía grandes enigmas con capas de
rudeza y amargura.
Había sentido una pequeña
curiosidad por lo que sucedía en la casa de los Hernández, los rumores de los
vecinos que desprendían de bocas ansiosas por contar con detalle cada cosa que
sucedía en la cuadra, era algo natural de aquel sector y mantenían informado a
todos los vecinos de la vida de los demás, una de sus grandes cadenas de
chismes de una casa a otra había comentado la situación de un joven de estatura
media, color canela, ojos cafés y rasgos bien definidos, aunque quisiéramos no
enterarnos de lo que sucedía era casi un requisito indispensable para pertenecer
a la vida fraterna de vecinos.
Los meses anteriores a mi
encuentro con este personaje, no había sido mucho lo que a mis oídos había
llegado de él, mis únicos conocimientos eran que el hijo mayor de la familia
Hernández se encontraba preso por ser detenido con un auto robado, de allí que
mi intriga creciera cuando lo observé en la puerta de su casa un miércoles,
después de poco más de tres meses, perseguida por la curiosidad quise hablar
con ese a quien algunos del barrio no querían nombrar; mi cita se concretó una
semana después con la ayuda de Diego Duque, el amigo más cercano que tenía en
aquella calle; a pesar de los pocos meses de vivir en esa casa, las personas se
habían abierto cada vez más a nosotros, los inquilinos nuevos, y compartían sus
experiencias y anécdotas cercanas con nosotros.
El diez de noviembre de
2013, el joven de cabello oscuro, ojos cafés y color canela decidió darme un
momento de su tiempo, y más que ello, una parte de su vida.
-Daniel: Permiso.
Se dirigió a quienes se
encontraban en mi casa, mi madre hizo un gesto de aprobación y Daniel se acercó
a la sala de estar donde minutos más tarde se daría la entrevista.
Fui quien tomó la palabra
luego de sentarnos en el sillón más grande,
dije: -Pido que seas lo más sincero que puedas conmigo.
-Claro - Respondió él.
- Entonces empecemos, ¿Cuál es tu edad?
-Tengo 18 años.
-¿En dónde naciste? ¿Dónde has vivido? ¿Cómo han sido tus hogares?
-Nací en Envigado, viví en Bello, en una casa pequeña con mi madre y mi hermano
menor, luego me traslade a Manrique a un
edificio en donde el apartamento era de mediano tamaño y ahora habito en una
casa con amplios espacios en donde actualmente vivo
-¿Tu padre dónde estaba
cuando vivían en Bello? - Pregunté
intrigada.
-En la casa, se me olvidó mencionarlo.
Preguntas alrededor de su
hogar, su familia, sus padres y sus hermanos se desprendieron de
sus labios, a medida que las respondía
me acercaba más a él, sentía amor por su padre se agotaba desde que era un
infante.
-¿Con quién te llevas mejor
en tu casa, con tu madre o padre?
-Con mi mamá
-¿Por qué?
-Ah, porque en la casa
siempre ha habido muchos problemas con mi papá y mi mamá, mi papá siempre ha tratado muy mal a mi mamá
y yo no voy con eso, tratar mal a una
mujer no me gusta, entonces por eso he
estado más alejado de mi papá y he estado más con mi mamá.
-¿Quieres más a algunos
miembros de tu familia que a otros?
-A los únicos que yo quiero
en esta vida son a mi mamá y a mis dos hermanos
-¿Por qué no quieres a tu
papá?
-No pues yo no sé, como te digo por los problemas y yo con él
también he vivido muchas cosas, yo con
él me encendí a los golpes, yo me fui de
la casa a vivir a un apartamento solo, y
durante ese tiempo sentí que él me dio la espalda.
Tales palabras frías desprendían
al mencionar a su padre me daba a que se entender que uno de los factores que
guiaron su camino, fue marcado
cruelmente por la violencia de su padre,
desde que Daniel era tan solo un pequeño presenció el maltrato y la
impotencia de su madre. Su padre era alcohólico, machista y repulsivo para él, Daniel no soportaba que su madre
fuera ultrajada y cohibida de un buen matrimonio, de salidas a cine, a un parque o a comer algo con su esposo e
hijos. Comparaba su familia con la de
sus amigos y reconocía que nada andaba bien. Esa violencia se vio reflejada en la vida de Daniel tanto en primaria
como en bachillerato, a la edad de 13
años entró al INEM, época en donde la violencia se vivía día a día, donde los de “barras" (una banda del
INEM) no podían pasar cerca de los de “kiosco” y las peleas eran consideradas
casi comunes, tiempo donde tristemente
la cara un del INEM fue arrasada por la violencia en sus aulas. Daniel empezó a
vivir muchas cosas en la institución,
allí el medio era propicio para liberar todo el rencor que sentía hacia
su padre. Se unió a "Barras”, una de
las bandas de INEM, en donde peleó
varias veces con los de "Kiosco" y los de la "Banda", egresados del INEM que pertenecieron a la
banda "Kiosco. Recuerda muy bien
cuando se golpeó con estos últimos,
donde “le dieron duro",
después de esto buscó a uno por uno y calmó la sed de venganza. Dice que desde pequeño ha estado involucrado
en esa vida, y cuando estás adentro ya es difícil salir, puesto que les empieza
a gustar y por no quedar mal, sigue en esa vida. A Daniel lo expulsaron en el
año 2011 cuando cursaba décimo grado.
Estudios realizados en varias universidades y
empresas encuestadoras afirman que las rupturas de las estructuras familiares o conflictos internos conllevan a los hijos a la delincuencia y la
conducta antisocial. En Newcastle se realizó
un estudio a cien familias, el cual se referían a que la ruptura conyugal
en los primeros cinco años de los hijos predijeron lo que sucedería con su
futuro: delincuencia y prisión de los
hijos. El mismo estudio de
Dunedin, en Nueva Zelanda descubrió que
los niños expuestos a discordias entre sus padres, y a multitud de cambios de cuidadores tendían
a convertirse en personas antisociales y delincuentes. En general, el factor más importante fue la trayectoria
posterior a la ruptura.
-¿Terminaste el
bachillerato? ¿Qué tienes pensado para
tu futuro? - Pregunté.
-No terminé bachillerato, estaba validando en el
centro décimo y once, pero por esa época
me fui de la casa, al apartamento y
empecé a hacer cosas malas en la calle y ahí fue donde caí.
-¿Qué tipo de cosas malas?
-Yo me dedicaba más que todo
al hurto.
-¿Qué te llevo a eso?
-Los problemas en la casa y
la situación económica, a pesar de que
yo trabajaba en una ferretería, pero hoy
en día uno no sobrevive con un mínimo,
con eso uno no come y se viste,
no sale con sus amigos, no paga
servicios, ni arriendo.
-¿A qué edad empezaste a
hurtar?
-A los dieciséis.
-¿A esa edad te fuiste de tu
casa?
-Sí.
-¿Quién te incitó a
eso?
-Yo me parchaba mucho con los
amigos de la esquina y llegó el día en que estaba necesitado y yo ya le habla
comentado al jefe que estaba "tirado” y no tenía plata, y él me comentó
que estaban saliendo carros, que se iban
pa’ Laureles, el Tesoro, el Poblado, que salían y hacían sus “vueltas", entonces yo me animé y les dije que si me
iban a dar el puesto, entonces de una me
dieron la confianza.
-¿Más o menos cuántas
personas se necesitan para hacer eso?
-Máximo cinco.
-Me imagino que en moto, me
dirigí a Daniel intrigada.
-Dos motos y un carro, si no hay carro no se sale, por la ley del parrillero hombre puesto que
si un policía veía a dos “manes” en una
moto, de noche y con chaquetas sospechan
de una.
-¿Cómo es la elección del
carro o la persona? ¿Les importaba la
cantidad de personas que estaban adentro?
-Nada, eso no importaba, lo que importaba era por lo
que íbamos, por ejemplo, necesitábamos un carro con “tales características”, lo veíamos pasar y a ese nos le pegábamos.
-¿Y qué pasa cuando las
personas se cohibían de entregar su auto?
-Cuando alguien se
rebela, es porque no tiene miedo de lo
que está pasando y ahí se utiliza la psicología, primero se trabajaba con diplomacia,
pidiéndole cordialmente que se baje, con
su pistola y eso, si se baja normal, por
el contrario si se rebela, se le dice
que si se va a hacer matar por el carro,
se puede coger del brazo y se aprieta un poquito, lo hala,
lo estruja un poquito y ahí sí se bajan.
-¿Esos carros con los que se
hurta son del jefe o son robados? ¿Cómo hacen con las placas de los carros?
-Sí, son del jefe,
y las placas, normal, cuando usted pasa en un carro, pasa desapercibido
y cuando usted lo va a hacer, usted ve
el carro que necesita, baja del carro y quien va en la moto lo recoge.
-¿Cuántos carros te robaste
en el tiempo que estuviste allá?
-¿La verdad? Unos 60 carros.
-¿De todas las gamas?
-Principalmente gamas bajas.
-¿Y por qué sallan a robar
esos carros?
-Porque al jefe lo llamaban
y la decían: Necesito este carro, porque compré un carro chocado y para no
meterle más plata y arreglarlo todo, me
sale mejor conseguir un carro robado, se le montan las partes y queda nuevo.
-¿Y cómo fue cuando te
cogieron los policías?
-Me atraparon en la 45; nos
robamos el carro normal, entregué el
arma a mi compañero que iba en la moto,
él se va para un lado y yo me voy para otro, ese día jugaba el
nacional, era la final y el verde ganó, entonces yo con el carro a las 10 de la noche
dando vueltas y vueltas y yo tenía que dejarlo enfriar, pero me cogió una
caravana del nacional y no lo hice,
cuando subía al barrio, vi por el retrovisor que una patrulla en moto
pasó, se devolvieron y me empezaron a seguir,
entonces pensé que iban por mí, y tiré
a volarme, en esa persecución los policías
hicieron tiros al aire y me siguieron hasta una calle cerrada donde empecé a
correr y a menos de 10 metros me alcanzaron,
me llevaron al Búnker de la Fiscalía,
luego a la Alpujarra, y a los
días me llevaron a Pedregal donde pagué tres meses y quince días.
-¿Normalmente cuánto da el
hurto de un auto?
-Normalmente, hoy en día, da
de doce a dieciocho años, pero gracias a Dios al “man" que robé era amigo de mi papá, y le colaboró
mucho a mi papá, él dijo que todos teníamos
derecho a una segunda oportunidad, que
cuando saliera me iba a dar trabajo y cosas que convencieron al juez, que me asignó la condena que estoy pagando en
este momento, condicional de 30
meses, donde si hago la más mínima
cosa, vuelven y me llevan a Pedregal o, aún peor, a Bellavista.
A medida que me contaba lo
que vivió en la cárcel, la manera como
eran tratados los presos, y las historias de otros internos que pagaban su
condena en aquellas instalaciones, me quedaba más y más sorprendida, era la
segunda vez que hablaba con un ladrón,
pero la primera vez con un convicto,
que me contaba tantos con un secretos y anécdotas, es increíble como desde temprana edad los
niños y jóvenes son inducidos por diversas razones al mundo de la delincuencia,
según el ICBF “los adolescentes en conflicto con la ley son quienes en el trasegar
reflejan su desigualdad, vulnerabilidad social,
pobreza, la exclusión del sistema
educativo y del mercado laboral formal.
La gran mayoría presenta una historia vida de marcada por la violencia
intrafamiliar, el abuso y la
explotación. En Colombia, para 2011 la
población de jóvenes entre 14 y 17 años representa 15.42% de la un población total. El número de ingresos de adolescentes de esta
edad vinculados a sistema de responsabilidad penal para adolescentes (SRPA) fue de 27.309 para este mismo año. Me doy cuenta que la seguridad en Medellín se
rompe muy fácilmente, no sólo por
adultos sino que lo jóvenes tristemente hacen parte de aquel círculo del
delito. La mayor concentración por
comunas de los delitos de hurtos a motocicletas, carros,
residencias, y personas se dio en
la Candelaria con 16,9% de los casos
seguida por Laureles con 12.4% y Belén y
Poblado con 10.8% y 10.7% respectivamente.
La criminología es la
ciencia que investiga al delincuente, según esta, su conducta criminal
está ligada a la conducta antisocial, en su mayoría es causada por vivir en clases
socioeconómicas de clase baja y media, y adicionalmente, debido a familias rotas, conflictos en el
hogar, y las influencias que se tienen
desde pequeño dentro de amigos que se reúnen varias veces en semana. Daniel es
un joven que vive en Manrique, un barrio
de clase media, que por los problemas maritales en su hogar decidió irse a por vivir solo, al no haber terminado
sus estudios y estar ganando el mínimo en una ferretería, pide a sus compañeros de toda la vida que le dieran
un “puesto” en una "vuelta", desde que se dedicó al hurto hasta el día de su retención en la
cárcel del Pedregal, en esa, dice que aprendió
mucho, se dio cuenta de que Dios existía, ya
que le pedía algo y se lo cumplía. Dice que ahora es un hombre nuevo, cambiado, y que en su corazón habita Dios, hoy
en día vive en casa de sus padres junto con sus hermanos menores, menciona que
la relación entre él y su padre ha mejorado,
que él fue quien intercedió con su amigo para que redujeran la condena,
pero, tristemente, la situación de violencia intrafamiliar no cambia, su madre sigue siendo ultrajada por su marido,
no le da cariño ni respeto, y Daniel al ser el hijo mayor, siente la
responsabilidad de que eso cambie, al
seguir igual la situación puede sentir impotencia e ira y esto podría ser una
razón por la que Daniel vuelva a recaer en la vida de la delincuencia.
Ángela Cabrera
XI-23
Humedad
Crónica de keissy Restrepo Garcés
Sección XI-23 de 2013
Cuando subimos las escalas, el piso y las barandas aún estaban mojados, pues como siempre, las peores tragedias suelen estar acompañadas de lluvia. En días anteriores ya habíamos subido, y la altura era divisada desde allí como algo lejano e impenetrable. El deseo de exterminar la vida a costa de acabar con el sufrimiento. Yo, veía en mi amiga un destello de placer, que brotaban sus ojos, unas ansías entrañables de despreciar el vértigo y subir a los tan anhelados tubos para desprenderse de ellos y chocar con los carros que transitaban el la vía.
Recuerdo muy bien, que esa tarde llegué temprano al colegio, pues habíamos acordado un encuentro antes de comenzar las clases; al llegar ella estaba allí, sonriendo feliz, mientras platicaba con un maestro de su entera confianza. Al verla, me sentí tranquila y confiada, pues pensé que todo marchaba bien y no había nada de que preocuparme, o por lo cual debía sentir incertidumbre como en los días anteriores, en los que ella solo me hablaba de autodestrucción y muerte. Uno de los síntomas de alerta, de una persona con indicios suicidas.
Ella sonreía con una coquetería fina, que la caracterizaba cuando se encontraba con alguien agradable, -tal vez solo lo hacía para disfrazar su mal estado de ánimo frente al maestro- y lo único que recuerdo, noté extraño en ese momento, fue que no podía sacar las manos de los bolsillos, y ponía siempre la vista en un lugar fijo. Cuando nos quedamos solas me mostró la realidad. Sacó las manos de los bolsillos, y llorando me dijo:
- Mire como me volví - tenía las manos cortadas y lastimadas - ya no aguanto más, estoy desesperada.
Yo sólo la miraba impactada, con un nudo en la garganta, mientras sentía que el cielo se me venía encima al escucharla decir eso. Nunca tenía las palabras, jamás tenía las frases en la boca para calmarla o consolarla. Y pienso fue lo mejor, pues a una persona en esta situación no necesita que la presionen, regañen o juzguen; solo necesita a alguien que la escuche y acompañe, así sea para parpadear y mover la cabeza. A ellos no les sirve, tampoco los interesa escuchar el " la vida es bella, todo se arreglará". Hay que tener muy claro que una persona en estado de depresión está convencida de que las cosas nunca se arreglarán y es incapaz de percibir que algo pueda salir bien.
Lo único que pude hacer en ese momento fue agarrarle las manos para que no se lastimara más y llevarla a las llaves de agua, para que se limpiara la sangre. Luego de un rato escuchándola, nos sentamos en el piso acompañadas por un chico, el cual conocimos precisamente en uno de sus momentos de locura, a los cuales yo seguía el juego, sin pensar que ese era el desencadenamiento de una terrible depresión y apego a la muerte. Allí permanecimos un rato, aproximadamente una hora y media, oyendo a un pequeño de sexto grado narrarnos sus sádicos juegos de niño, a los que Laura hacía buena cara: de placer y felicidad. Cosa que me preocupaba. Por momentos, hablaba de tal manera, que me hacía sentir que estaba tan aferrada a la vida, que lucharía para salir adelante y superar esta adversidad.
La primera hora de clase transcurrió normalmente, aunque yo, por estar sentada unos puestos más atrás que ella no podía apartarle la vista para revisar qué hacía a cada segundo. A pesar de que actuaba normalmente, yo no podía evadir mi preocupación, (que ahora pienso, era un presentimiento). La hora sucesora a la primera fue el inicio de un largo y amargo día. Estuvo callada todo el tiempo, y por un momento pareció salirse de sus casillas, si no hubiese sido por la gente que habitaba el salón. Y tanto ella como yo evitábamos se enteraran de su problema.
La ambulancia tardaba mucho en llegar, y mi desespero acrecentaba, junto con los dolores de mi amiga Laura, quien estaba dispersa de la realidad y sin recordar lo que había hecho; sólo se quejaba y no podía quedarse quieta. Las personas allí presentes solo observaban y trataban de calmar mis llantos, al tiempo que le decían ala niña herida: “Quédese quieta, no se mueva”.
Recuerdo muy bien ese momento como si hubiera sido ayer, a pesar que pronto se cumplirá un año. Todo era gris, mi mente estaba totalmente bloqueada, aunque por momentos pensaba en lo que diría su familia, las lágrimas salían forzosamente, aunque el dolor en mi corazón era inmenso. No menos que mi dolor, era la sorpresa de los profesores que salían uno por uno a contemplar a la niña tirada en el piso, en especial quienes la conocían. Algunos decían: ¿Esa no es Laura…? En esos momentos yo sentía desmoronarme, el pecho se me comprimía tan fuerte, que mi llanto aumentaba, a pesar de que las lágrimas corrían lentamente por mi rostro.
Aunque el recorrido del colegio hasta la clínica era corto, a solo pasos, la ambulancia tuvo que hacer un recorrido un poco mas largo. Para mí fue eterno. Dentro del carro, la Coordinadora de grado décimo, que era quien nos acompañaba, se comunicó con los coordinadores de los demás grados (cosa que me desesperó y me llenó de impotencia); la conductora al ver mi tristeza trato de calmarme, pero yo lo único que quería era que ella, la coordinadora soltara el maldito celular y se preocupara en lo que estaba ocurriendo en ese momento, no en contárselo a los demás. Cuando llegamos a la clínica, mi amiga estaba dormida ya , y yo, aunque un poco más calmada, tenía un desconsuelo y preocupación que me agobiaban. Lo único que quería era llamar a mi mamá. Así que pedí un teléfono prestado, pero el resultado de la llamada no fue muy bueno:
-Mami, hola...
-Hola hija, ¿dónde estás?
-Mami...Laura se tiró del puente.
-¿Qué?
-Que Laura se tiró del puente - mi voz se quebró por completo y comencé a llorar de nuevo.
Mi mamá colgó el teléfono muy angustiada y yo me quedé sola, sentada esperando mientras mis pensamientos volaban. En ese momento, lo único en que pensaba era lo fácil que es exterminar la vida. Pero, a pesar de ello, ahora, como nunca, tenía muy claro que debía vivir la vida cada instante y mirar más allá de las adversidades; como sacar la cabeza por un bus lleno de gente. Matarse no es la solución a los problemas. Solo lo agranda, y esto, sabía me volvería una persona más centrada y fuerte. Imaginaba lo diferente que hubiera sido todo, si no me hubiera quedado callada; si hubiera tenido el valor de traicionar la confianza de mi amiga. Tal vez, una de las pocas, pero no remotas causas de las desgracias del ser humano y la decepción que con ellas viene, es que las personas tenemos la convicción de que las cosas "nunca nos pasaran a nosotros". Pero ante un caso como este, (el suicidio) hay que tener siempre presente que, aunque esa persona, sin importar quien sea, te haga prometerle que le guardaras el secreto, tú debes pedir ayuda, pues la vida de esa persona depende de ello.
El momento en que tuve que narrar a su familia cómo ocurrió todo, fue tensionante. Yo esperaba un regaño, un reproche, o cualquier cosa por el estilo. Pero no. La verdad fue que sintieron compasión de mí, por todo lo que había tenido que ver. Tuve que contar una y mil veces que subimos al puente, que ella escuchaba música y yo la observaba como tratándole de decir que bajáramos, estaba tarde. También, que ella se intentó tirar una primera vez al la vía, pero yo la detuve jalándola del pelo.
Pero la verdad, era que había un montón de detalles detrás de esa corta narración. Subimos y, ella escuchaba música muy dispersa, callada y pensativa. Yo sólo caminaba detrás de ella anhelando que decidiera bajar rápido para ir a mi casa y comer. Por un momento se quedó mirándome y luego puso una cara picaresca. En ese momento yo entendí lo que pretendía: comenzó a correr a lo largo del puente sin parar de reír, como si disfrutara verme angustiada. Yo la perseguía repitiendo su nombre una y mil veces en forma de advertencia. Cuando se detuvo trató de tirarse a la vía, pero yo la tironeé de la sudadera, y al ver que no funcionaba, la jalé del pelo logrando tirarla al suelo, quedando ella con la cara entre las rejillas del puente, y yo parada, tratando de obstruirle el paso con mis piernas y cuerpo. Tenía el corazón demasiado agitado y estaba demasiado asustada. Quería que alguien llegara y me ayudara. Justo en ese momento, y antes, vimos salir a maestros de la institución a coger el transporte. Y los miraba como pidiendo auxilio, pero desde abajo es difícil ver con claridad los gestos de una persona que está en un puente.
Mi amiga venía presentando síntomas de depresión desde hacía varios días, y sumado a esto, estaba drogada. Las drogas y el alcohol tienen efectos depresivos sobre el cerebro, especialmente para adolescentes que ya eran proclives por su biología o antecedentes familiares. Ellas afectan la capacidad de razonar, e interfieren con la capacidad de valorar los riesgos y hacer buenas elecciones. Por ello, es tal vez, que mi amiga se comportaba de manera tan fría y calculadora en ese momento. Luego del primer intento, se paró, y yo caminaba a su lado o detrás. Ella me preguntaba que si estaba molesta, y yo le respondía que no, estaba agitada. Se agachó y me dijo: “ Hace un minuto estaría muerta, pero usted impidió eso”. Tome esto, y léalo cuando esté sola. Era una hoja que guardé y casi ni preste atención, es mas, no recuerdo con claridad lo que estaba escrito allí.
Luego de un rato caminando, me dijo que me relajara, que ya estaba calmada y que era "ella " otra vez. Yo le creí, pero no bajé la guardia. Recuerdo que cantó en voz alta la parte de una canción "Lonely day", de la banda "system of a down". Precisamente por eso sabemos con que canción se tiró. Se alejó de mí, estaba brisando y puso las manos en las barandas; se agachó un poco y cuando vi que la intención era coger impulso me acerqué rápidamente, pero al parecer ya era tarde. La agarré por la camisa, pero, lamentablemente, ya tenía medio cuerpo en el aire, y la otra en el puente. Tuve que ver como su cuerpo caía en el vacío, mientras atravesaba las ramas de los árboles, para quedar extendido en el suelo, mientas quedaba en mis manos la sensación que deja la camisa de un cuerpo en el aire deslizándose de las manos.
Durante el recorrido a casa, leí la carta en compañía de mi madre. Creo que hablaba de despedidas y de ser felices; no lo recuerdo bien. En ese momento, me sentía tranquila de que fuera sólo una despedida en vano, y no una despedida en realidad.
Bogotá, una pequeña muestra de mi país
Crónica de Tatiana Baquero Yarce
XI-23 de 2013
Después de 8 largas horas de viaje por fin llegamos a Bogotá. Era mi primera vez en esa enorme jungla de cemento, llena de tráfico, gente, edificios y lluvia. Recuerdo que sentía mucho frío, pues ni allá ni acá a las 6 de la mañana se siente calor; llegamos por fin al barrio Ricaurte, lugar conocido como centro de la industria, constituido por talleres industriales, bodegas de maquinaria, camiones de carga que se dirigen a todas partes del país, etc. Entre todas estas calles negras, se encontraba la humilde casa llena de recuerdos y momentos realmente especiales tanto para mi papá, como para sus hermanos y familia. Cuando entré allí, pude ver que no sólo en sus alrededores había comercio e industria, también mi abuelo tenía su propio taller de metalistería, este mínimo espacio en el que él hacía su magia junto mi tío Gerardo había sido el sustento de esa familia y por consiguiente de esa casa durante casi toda una vida; en la parte delantera de aquel terreno a medio construir estaba aquel taller y en la planta superior la casa donde todos mis tíos y mi padre crecieron, pero en la parte trasera no había nada, solo una jaula con gallinas para las próximas fiestas, la cual limitaba con una fábrica.
Por esos días, apenas comenzaba el festival internacional de teatro, donde vienen personas de los cinco continentes del planeta para mostrar su talento delante un público internacional, el cual acude en gran masa para este evento. Allí, no sólo se ven representaciones de obras clásicas en teatros, también se ve el teatro callejero, la cuentería, la danza, conciertos, circos, funciones para niños, entre otras artes. La ciudad estaba llena de colores y fiestas por doquier, con desfiles en cada calle, artistas callejeros dispuestos a seducir y complacer a todos los expectantes en todas las esquinas, rumbas, caravanas y demás.
Cayendo la noche fui sintiendo sueño y cansancio por motivo del largo viaje. Mi papá, sus hermanos y hermanas esa noche se desvelaron hablando y riendo, seguramente recordando travesuras y vivencias en días anteriores. Me contó mi padre tiempo después que ellos nunca sintieron interés en ir a eventos como el festival internacional ni nada parecido, ya que sus condiciones económicas nunca les permitieron conocer ni ampliar sus intereses por las artes; lo que ellos hacían era trabajar, siempre con el fin de sacar la casa adelante, mejorarla y no dejar derrumbar esas paredes llenas de sueños, anhelos, deseos y aspiraciones que de niños tuvieron. La situación que vivían mis tíos y mi padre en ese entonces no era extraña, para nadie es un secreto que las familias que más trabajan casi siempre son las de menos recursos y que en este país, si no es porque se meten en el narcotráfico o alguna actividad ilegal o porque encontraron a un ángel de la guarda, no salen adelante.
La casa era la última en un callejón por donde sólo podían salir los carros retrocediendo, ya que la calle era demasiado angosta; recuerdo que yo salía con mis primos a jugar pegándole a un balón contra la pared, ya que como este no era un barrio tan residencial no había parques cerca. Junto a la casa había una fábrica abandonada, no hacía más de 6 meses, en su tiempo de auge ésta se centraba en cortar piedra para sacar el mármol, pero dada la crisis económica que se ha venido presentando a lo largo de los años en Colombia, y más aún en la capital, fue cerrada. Los dueños de dicha fábrica la desalojaron toda, lo único que quedaba allí eran las ventanas, baños, cuerdas y tonillos oxidados…
Mientras sectores del comercio sufrían por estas bajas, el gobierno de Samuel Moreno Rojas, alcalde en turno, se interesaba por darle una buena imagen al resto del mundo, sin fijarse ni hacer mayor cosa para que la situación que otros vivían cambiara, permitiendo que personas trabajadoras y dependientes del trabajo para otros se quedaran en la calle por cierres y/o decadencia de las fábricas. Pero esto no solamente pasa en Bogotá, pasa en el resto del país; donde es más importante lo que piensen los demás que las propias necesidades de la gente, donde el gobierno piensa es en sus propias necesidades y no en las del pueblo; aquí en el país donde los niños cogen armas desde los 14 años porque ni la ley, ni el país, ni los gobernantes ni nadie lucha por el bien de ellos, a nadie le importa si están estudiando o están siendo sometidos por grupos al margen de la ley.
Esa noche ocurrió algo estremecedor. La bulla y el alboroto me despertaron; mi papá, mis tíos y mi abuelo estaban despiertos, pero ahora no se reían ni contaban historias, ahora ellos llamaban a la policía y trataban de dar explicación a los ruidos que se producían en la fábrica vecina. Se oyeron disparos. Algo cayó del tejado de dicha fábrica. Luego de un rato, después de la llegada la policía al lugar, mi familia comenzó a calmarse y nos contaron a mi padre y a mí lo que creían que sucedía allí. La crisis estaba en su momento más crítico, tanto que el índice de robos, extorciones, secuestros y demás acciones ilícitas aumentó, en tal grado que hasta una ventana, cuerdas y tornillos oxidados podrían ser motivo para que alguien cometiera un acto contra su moral y dignidad. Dijeron, pues, que se había metido un ladrón para sacar lo poco que quedaba en aquella bodega vacía, que al llegar los policías este subió al tejado y aquellos dos hombres uniformados al no poder alcanzarlo ni poder entrar allí, trataron de ahuyentarlo con disparos.
Al día siguiente, alrededor de las 10 am llegaron los dueños de la fábrica. Al abrir las grandes puertas de aquel lugar se encontraron a un muchacho de unos 27 años tirado en el piso, quejándose de un dolor proveniente de su pierna; en la caída desde el techo de la fábrica este se quebró la pierna y gracias a esto no pudo escapar. Los vecinos morbosos, llenos de curiosidad, cosa rara en este país, donde todos quieren estar enterados, pero ninguno quiere estar involucrado; rodeaban al joven, el cual esperaba que llegara una ambulancia que lo trasladara a un centro médico y supongo que de allí para un centro de reclusión. Allí se comentaba que no era nada extraño que esto sucediera por aquella época, ya que las bodegas quedaban solas y a disposición de los “dueños de los ajeno”, los cuales aprovechaban sin dudar apenas en entrar y sacar todo lo que podían.
Pero de esto no se enteraron los de la prensa, ni los del evento aquel por el cual tanta bulla había; esto es lo que se vive diariamente, pero cuando hay algo más “importante” lo opacan, lo esconden y nadie se entera. Siendo otro el caso, donde si mostraran lo sucedido lo llamarían de la siguiente forma, “ladrón en Ricaurte”, “policía sorprende a ladrón en fábrica abandonada”, o algo por el estilo, es fácil deducirlo si tan solo cogemos un diario cualquiera. Aquí, no se muestra la noticia como es, no porque los periodistas o las telecomunicaciones lo quieran dar a entender así, no, aquí las noticias son cambiadas de tal forma que el estado quede impune, por eso la noticia es que un muchacho robó en una fábrica y no es, que por el motivo de bajas y de la poca atención que se le presta a esta situación, las personas sin trabajo y con más necesidades acuden a las actividades ilícitas, ya que son el medio más “fácil” y rápido para conseguir lo que se quiere, o al menos eso es lo que conocemos desde siempre gracias a los grandes del narcotráfico, que por casualidades de la vida han nacido aquí y han dejado este pensamiento más que infundado en las mentes de la comunidad, pasando de generación en generación.
Volví a casa tiempo después y vi que en todas partes habían noticias de que ese año el evento fue todo un éxito, poniendo a Colombia como el país con más influencia artística y con el mejor festival de arte en el mundo, afortunadamente los extranjeros no se enteran de todo lo que pasa aquí, al igual que nosotros mismos, la pregunta sería, ¿Algún día le daremos la importancia que se merecen las necesidades internas más que a la percepción de los demás?
“ERAN ESO DE LAS SIETE DE LA NOCHE”
Crónica de Laura Mejía Congote
XI-23 de 2013
Tan
incomprensible, tan distinto, qué extraña sensación, quien pensaría que ese día iba a perder su vidita, su
pequeña, delicada e inofensiva vida. Eran eso de las 7:00 de la noche, un lunes
común y corriente, como siempre lo son: aburridos, cansados, monótonos.
Estábamos mis papas y yo, cada uno concentrado en lo que nos gusta: leer, ver
programas vacíos de televisión, y estar horas sin sentido frente a un
computador. Cuando entra una llamada, de
lo más común, pues no falta el que quiere hablar con alguien en la noche por
pura comodidad o para soltarse algún chismecito. Pero no, esta vez no era eso,
no era una simple molestia ni nada tan superficial. Era una muerte (me
estremezco cada que pienso en esto) no
de alguien importante o al menos para mí no era alguien así, sólo era una
muerte… de un niño, Juan Camilo. Hijo de un trabajador, mejor dicho un
campesino, tendría qué… unos tres añitos máximo y ya dizque perdiendo la vida y
por enfermedad ni siquiera un mísero accidente. La llamada abrumó a mi papá, luego,
a mi mamá y por último, a mí. Nosotros no teníamos nada que ver con esa “pobre”
familia pero sí les podíamos colaborar en algo, no quedaríamos tan mal. Es lo
mínimo que se puede hacer en casos así. Don Jhon, el papá de Juan Camilo vive
en Buriticá, uno de los lugares más escondidos de la zona antioqueña, pues con
esta violencia casi nadie conoce los pequeños y verdaderos paraísos como esos.
A
las 7 de la noche en ese pequeño pueblo, nadie está preparado para estos
acontecimientos, y menos para disponer de un sarcófago pequeño, además que
todos en esa partecita de Antioquia son familia lo que hace que se necesite
pedir uno, acudiendo a mi papá, pues es de los pocos amigos que tienen que
viven en una ciudad. Luego, viene la difícil tarea de conseguir uno, mandarlo a
traer y llevarlo hasta allá unas dos horas de camino y en esa melancolía que sólo
la muerte sabe causar. Mi mamá me contó
que mi papá ya había pedido el pequeño cajón fúnebre, que él iba solo a
llevarlo, que no se sabía si volvía hoy pero que lo debía hacer por pura
gratitud hacía ellos de todo el trabajo bien hecho que han logrado en varios
años. Las cosas ya no eran tan sencillas, el hecho de no saber qué puede pasar
en carretera tan tarde es espantoso, por tantos motivos alarmantes llegamos a
la conclusión de ir nosotras también y sí, yo iba a pesar de la sensación tan
angustiante que es tener a un muerto cerca de uno.
Debíamos ir a Santa Fe de Antioquia, allí estaba el cadáver, allí murió de una infección, que diagnosticaron como “gripa”. No se me extraña de que esto haya sucedido, nada más mediocre que la salud en Colombia. Es más estos casos, ya ni nos asombran de los comunes que son, pues siempre está ese “estamos invirtiendo todo lo que podemos para la educación, la salud y la seguridad del país” pero quisiera ver la tecnología apoderarse de esos pequeños centros a los que ni se pueden llamar hospitales, pues la mayoría consta de solo unas cuatro camillas, dos médicos de turno y eso que son especializado en medicina general, es decir no pueden encontrar más allá que solo virus e infecciones comunes y si encuentran algo más, deben que trasladarse para Medellín, pero la plata no es que la vaya a cubrir el estado por ser una emergencia, esa tiene que salir del campesino mal pagado, que dejará de comer bien ese día para que le alivien su problema, el cual volverá a ser remitido al campo con la misma infección con la que se fue. Me gustaría ver un día que todo el dinero “bien invertido” en la salud de frutos a alguien que lo necesite, ver a seres atendidos higiénicamente, que en vez de tirar el dinero en una guerra sin fin, se invierta en el pueblo, en la gente, en la preservación de la vida. En una verdadera necesidad Colombiana no en un capricho de dirigentes corruptos que apoyan la explotación y la venta de nuestro país. Inclusive perdimos hasta la capacidad de asombro ante la indiferencia de los entes gubernamentales para los sectores bajos del país.
Debíamos ir a Santa Fe de Antioquia, allí estaba el cadáver, allí murió de una infección, que diagnosticaron como “gripa”. No se me extraña de que esto haya sucedido, nada más mediocre que la salud en Colombia. Es más estos casos, ya ni nos asombran de los comunes que son, pues siempre está ese “estamos invirtiendo todo lo que podemos para la educación, la salud y la seguridad del país” pero quisiera ver la tecnología apoderarse de esos pequeños centros a los que ni se pueden llamar hospitales, pues la mayoría consta de solo unas cuatro camillas, dos médicos de turno y eso que son especializado en medicina general, es decir no pueden encontrar más allá que solo virus e infecciones comunes y si encuentran algo más, deben que trasladarse para Medellín, pero la plata no es que la vaya a cubrir el estado por ser una emergencia, esa tiene que salir del campesino mal pagado, que dejará de comer bien ese día para que le alivien su problema, el cual volverá a ser remitido al campo con la misma infección con la que se fue. Me gustaría ver un día que todo el dinero “bien invertido” en la salud de frutos a alguien que lo necesite, ver a seres atendidos higiénicamente, que en vez de tirar el dinero en una guerra sin fin, se invierta en el pueblo, en la gente, en la preservación de la vida. En una verdadera necesidad Colombiana no en un capricho de dirigentes corruptos que apoyan la explotación y la venta de nuestro país. Inclusive perdimos hasta la capacidad de asombro ante la indiferencia de los entes gubernamentales para los sectores bajos del país.
El
ataúd, llegó a mi casa a las 9 de la noche pues no había de la medida buscada,
el niño era muy pequeño. El dinero corría por cuenta de mi papá, claro que
después iba a ser pagado por el estado. (No sé si en verdad lo hayan pagado,
cada vez confío menos en esos tipos) al
entrarlo al carro, no cupo, se pasaba de los límites del baúl del carro y si
había que llevarlo en las sillas, no podía ir o iba pero cargando la caja y es
algo que no todos los días se hace pues se sabe que va a estar un niño muerto,
pero yo realmente quería ir y ver qué pasaba. Entonces, me arriesgué. Cuando la
voz salvadora de mi mamá me dijo que tranquila, que me fuera adelante que a
ella no le daba miedo, la costumbre de la enfermería sirvió bastante en este
caso. Arrancamos a las 9:30 pm con música de emisora, que no es tan enérgica a
esa hora, lo que hacía más fúnebre el ambiente y nosotros evocando a la muerte,
con las historias, con los recuerdos de aquellos que ya no viven. Cruzamos el
túnel, las noticias e informaciones, los bellos paisajes nocturnos, todo pasaba
más melancólico que de costumbre, esa noche el color negro era más profundo que
el resto de días.
Pasó
media hora, me acordaba cuando mi tía antes de salir me decía “Laura tranquila,
rece por él que solo son angelitos de Dios” y yo pensaba, si Dios existiera, no
creo que les hubiera querido hacer ese mal a esa familia. Tenía casi la muerte
en la boca, ese sin sabor, pero trataba de hacer eso menos tedioso para todos,
hablaba de la música que iban pasando, hacía comentarios no muy importantes,
como: “deberíamos conseguir una memoria para disfrutar una música propia” mis
papas seguían la corriente, llegamos a reírnos pero no recuerdo de qué. La
noche avanzaba, cada vez había menos luces, pero era una buena carretera, sólo
daba la luz de los carros, y uno que otro pito para saber que venía en
contra. Se me pasaban en la mente
pensamientos como ‘y si al final todo saliera mal y nosotros también
termináramos aquí’ yo con mi mal pensamiento me consolaba ‘bueno, al menos
moriríamos todos juntos y ahorraríamos la tristeza de cada uno’ pero luego me
arrepentía y pensaba que todavía tenía mucha vida, mala o buena pero la tenía,
que eso es atraer malos pensamientos y energías, que de mucho pensar podrían
suceder. Avanzaba y no llegábamos, no
miraba mucho ese pedazo de madera porque me asustaba sola y era mejor ir
tranquila. Eran las 10:30 cuando ya se
empezó a ver a Santa Fe, entramos, estaba la policía, luego llegamos al
hospital habían varias motos, un par de muchachos parados en la entrada con
cara de “no veíamos venir esto y no lo queremos”. Al salir del auto, saludamos
al abuelo Don Humberto, su mirada mostraba el dolor hecho carne, nos dijo que
siguiéramos que más allá estaban los padres. Mi mamá me cogió del brazo y
caminamos hasta una casetica donde estaban, había empezado a llover desde que
nos bajamos, me imagino que un poco antes pero solo la sentí cuando bajé.
Lo
que veíamos no eran hombres, eran lágrimas hechas hombres. Mi papá se agacho
abrazó a Don Jhon y le dijo “Lo lamento mucho, mi más sentido pésame” y lo
mismo con la mamá, pobre mujer no cabía del dolor, se movía y gritaba, de vez
en cuando reprochándose el porqué de esa lamentable situación, le decía a la
hermana que ella había hecho todo, que lo había visto bien, que ella lo trajo
al centro médico, que porque le pasaba eso. “Mi hijo”, decía con más lamentos y más
lágrimas. Mi papá, don Jhon y don Humberto, fueron por el ataúd para poner a
Juan Camilo allí, nos contaban la historia que a las 6:00 pm había muerto de una infección intestinal, que llevaba así
dos semanas y que la habían tratado como un virus. Salieron con el ataúd hacia
el carro íbamos mis papás, los papás del niño y el abuelo. El resto de sus
familiares iban en motos, tenían que ir primero a la casa, para sacar una
camioneta el cual los subía a donde lo iban a velar, o al menos prepararse para
ello. Eran las 11 y no había sirios, ni velas, ni mantel para adornar la
iglesia, no había nada. Sólo un niño muerto y los padres hechos dolor. Cuando
mi papá fue a recoger al niño para llevarlo al ataúd con el abuelo, él iba
contándole como Juan Camilo ya estaba aprendiendo a hablar, a correr, a
reconocerlo, a decirle “te quiero mucho” y a expresárselo, que no había dolor
más grande, que no sabía qué hacer, mi papá solo le decía que le pidiera a dios
mucha fuerza, para salir adelante.
Siguiendo
en el camino, averiguamos en dos tiendas a ver si tenían sirios o velas, pero
en una tienda no se iban a encontrar y menos tan tarde. Al final, no se compró
nada. Cogimos la carretera y empezamos a subir a Buriticá donde lo iban a recoger, los papas llevaban el ataúd en sus piernas en las sillas de
atrás con el abuelo, mi papá conducía y mi mamá en la silla del lado, yo iba en
la mitad, era la más incómoda pero ahí no importaba mucho, lo importante era
llegar bien.
Sólo
se oían los llantos, de los tres, el silencio más incómodo que he podido
percibir en mi vida, nadie hablaba, nadie decía o movía algo, ni se miraban, ni
mi mamá era capaz de preguntarme que tan incómoda iba, ni mucho menos yo era
capaz de responder. El sentimiento fúnebre y oscuro aumentaba cada vez más. El
camino era más solo con algo de lluvia. Así por media hora, 11:30 pm y nosotros
apenas llegando al lugar donde lo recogían. La policía nos paró, mi papá le
explicó que llevábamos a un niño que había fallecido, sus caras de autoridad
cambiaron por la comprensión más humana al punto de decirnos que ellos iban a
quedarse cerca para ayudarnos. Mi papá se salió del carro, al notar mi
incomodidad, se estaba mojando afuera, pero era lo mejor que podía hacer, además
esperaba la camioneta. La mamá de él, lloraba cada vez más fuerte, cada vez le
dolía un poco más o paraba y repetía “¡Ay, mi niño!”. Yo a veces la miraba pero
no a los ojos y le veía ese dolor, esa hinchazón de párpados, su rostro
destrozado.
La
idea de tener al niño no fue tan perturban te como lo creía pues no lo veía y
más sabiendo que la mamá se sentía un poco mejor de tenerlo ahí, frío e inmóvil
pero cerca, algo que no pudo hacer hacía ya un día. El silencio predomino en
esos instantes. A las 12:00 de la madrugada llegan con la camioneta. La tan
esperada camioneta. Sacaron el ataúd del auto, salió la mamá, lo esperaban unas
tías y un par de familiares, se acercaron a la ventana a decirnos “gracias,
muchas gracias por todo lo que han hecho por nosotros” mi mamá respondió “no se preocupen, es un
dolor muy grande, tranquilas que es con mucho gusto”, se compartieron un par de
‘Dios te bendiga’ y ellas cogieron su camino, lo último que escuché fue ‘no
entiendo qué pasó’ ‘yo hice todo, yo lo lleve y lo cuidé, no entiendo’. Todos
se montaron y cogieron loma arriba. Así, se fue Juan Camilo que en paz
descanse, para su última ceremonia terrenal.
El
retorno fue menos largo, yo me fui en las sillas de atrás acostada, pensando,
con el ambiente un poco menos angustioso que antes, solo reflexionando que la
muerte, no espera a nadie, no excluye a nadie, no quiere a nadie. Solo viene,
recoge y se va. La misma música de radio que poco se sintonizaba y los mismos
comentarios poco aportantes para romper un poco el silencio que dejó esa noche
tan fría. Llegamos a las 2 de la mañana, todos a dormir, para continuar al otro
día la misma rutina de siempre y esta experiencia solo será otra anécdota más.
Aunque ya ha pasado casi un año y todavía, al pensar en eso, ponemos esa
expresión de “fue algo tan impactante, que duele recordar”.
LAURA MEJÍA CONGOTE
2013
SIN UN PIE
Jakeline Vidal Ocampo
XI-22 de 2014
Hoy viernes 9 de mayo
de 2014, día tan común y tan corriente, lleno de la monotonía de siempre, me
encuentro sentada en frente a mi computador con una mano ocupada en el mouse y
la otra sosteniendo mi mentón; mis ojos entretenidos en frente a la pantalla leyendo las noticias que cada día después del colegio llego a leer,
y en medio de ello, están pasmados, acostumbrados y no reaccionan a las
noticias que siempre se ven: violencia, muerte, inmoralidades y abusos llenan
la prensa colombiana, es como el pan de cada día. Mientras mis ojos no
reaccionan, mi mente se encuentra ocupada repasando las tareas del día,
entre ellas pensar sobre qué podría
escribir para realizar una crónica, pero la verdad no me surge nada, es de ese
tipo de tareas que me gustan pero que cuando no son espontaneas se me vuelven
agotadoras y rutinarias. En esos momentos en que se desencadenan una
considerable cantidad de hechos frustrados y por realizar en mi cabeza, el
ruido de la puerta interrumpe mis pensamientos, así que me levanto y me dirijo
a abrir. Al abrir, para mi grata sorpresa, me encuentro a mi tío Alfredo en la
entrada, él es uno de esos familiares
que solo se ven una vez por año pero que siempre da gusto ver.
Después de un rato,
de haberlo saludado, a eso de la seis de la tarde, él empieza a quitarse la
prótesis de su pierna, para descansar, y la deja a un lado, lo que me causa
gran curiosidad, en primera instancia, conmigo misma al notar en la ignorancia
en la que estaba sumergida al saber que mi tío usa prótesis, sin saber la causa exacta de cómo había perdido
su pie, y en segunda instancia con él, pues me preguntaba cómo pudo seguir su
vida hasta el día de hoy sin ningún problema, y cómo pudo adaptarse tan rápido
a caminar con la ayuda de un pie y una prótesis, e incluso hubo días que sin
prótesis lo hacía. Esta curiosidad me llevó a pedirle que por favor me contara
la historia de cómo había perdido su pierna, guardando mi discreción y sacando
un lápiz y un papel para tomar nota de ello.
Después de
acomodarnos en mi pequeña sala, compuesta de cuatro muebles, una mesa de
centro, y un comedor con sus respectivas sillas, con un ambiente más bien frio
y una taza de café, comenzó la narración de su tragedia que ocurrió el tres de
marzo de 2007. “En este día me levanté temprano, como lo hacía siempre y lo
sigo haciendo, ya sabes, a ordeñar las vacas, darle de comer a los animales,
recoger el café. En una finca hay muchas cosas para hacer y después de todo
ello, a las diez de la mañana me
dirigí a entregar un parte del cultivo
de café a dos horas de la casa, en compañía de un trabajador y dos bestias
llenas de carga, por un camino muy solo, esto debido a que el ataque
guerrillero por esos lados apenas sí se había calmado” dice él.
Resulta que mi tío, Alfredo Ocampo, vive en una pequeña pero hermosa finca, ubicada por los caminos más tediosos de Cristalina, pues estos no son aptos para transporte público, y la única manera de andar por ellos es a pie o en caballos, llamado por él, bestias. En aquellas zonas hay grandes ventajas como aire fresco, bellas plantas, y entre muchos otros beneficios que puede brindar la naturaleza, pero en cuanto a sus desventajas, por ser un lugar más bien escondido, donde solo mantienen las familias de los que cultivan la tierra y sus visitantes, fue un buen lugar para la época para que la guerrilla se camuflara, refugiara y silenciase, sin ellos poderse quejar, ni hablar e incluso más bien, disponerse a obedecer. Y continuando con la historia dice “yo en mi largo camino, acostumbrado a trabajar, nunca, ni si quiera ahora que me pasó, me podría haber imaginado lo que sucedió ese día”, y mientras pronuncia esas palabras yo miro su expresión, mi tío siempre ha sido una persona alegre, cansona como decimos nosotros los paisas, a todo le pone el buen sentido del humor, pero esta vez, su expresión no me dice nada, no hay rastro de tristeza, ni alegría, tan solo con sus ojos muy abiertos y su seriedad me hace notar un aire de resignación y aceptación a esas consecuencias que puede traer el cliché de la violencia. A mitad del camino, exactamente por donde pasaron las bestias y pasó el trabajador, por ese mismo lugar pasó mi tío, con la diferencia de que este al dar un paso para pisar la tierra la sintió blanda y al levantarla no pudo dar un paso más, explotó una mina debajo de él, las famosas minas anti-personas, destinadas para las batallas con el fin de no matar sino de mutilar extremidades, ya que las consecuencias de un herido en la guerra son más problemáticas que las de un muerto, y efectivamente con mi tío funcionó. “Yo solo me acuerdo que el golpe fue fuerte al caer, y que cuando recuperé la conciencia no sentía nada, y las botas que llevaba hasta la rodilla hacían verme como si todo estuviera bien, mi compañero de camino, para revisarme, me ayudó a quitarme la bota, pero era todo lo contrario, no estaba bien y me desangraba” me comenta él mientras mira su pierna falsa a un lado y luego se la vuelve a poner. Inmediatamente, el trabajador que lo acompañaba, como no había de otra y estaban a mitad de camino, no habitado por nadie, dejó a mi tío solo en aquel lugar mientras él se devolvía por ayuda.
Fueron dos horas las que estuvo mi tío solo, sin ayuda de nadie, postrado en medio del camino, imposibilitado, sin poderse mover, pero como buen trabajador que es, no se quedó quieto ni se dio por vencido, sabía que si no hacía nada y no detenía la sangre que de su pierna estaba fluyendo, moriría allí tirado, por lo que aplicó una de esas particularidades que se aprenden a diario cuando se vive en el campo y está alejado de la civilización, se estancó la sangre con secreto, yo, inmediatamente lo miré y con expresión confusa le pedí que por favor me explicara, a lo que él me explicó: “Es poco creíble, pero yo tuve fe, un señor que hace tiempo conocí y ya murió me lo enseñó, me recé el pie, le hice oración y la sangre estancó, es un don que se desarrolla que si no hubiera sido por este, en estos momentos no estuviéramos aquí sentados contándote la historia”, al pronunciar las palabras se me enfría la piel y me da una punzada en el corazón que llega directo a mis ojos, lo cual me hace agachar la cabeza, hacer como si estuviera escribiendo y así conservar la discreción.
Dos horas después, el trabajador que fue a pedir ayuda con otros tres y una camilla hecha de palos, subieron a mi tío en ella, mientras entre los cuatro, se echaban la camilla a los hombros y emprendían camino para llegar a la civilización. Fueron seis horas largas de camino para llegar solamente al Retiro, sin descansar, con el sol a cuestas, lleno de dolor y de cansancio tanto para el herido como para los que lo auxiliaban. En el Retiro contrataron un carro para que lo llevaran hasta la Piñuela, ya que todavía por allí no entraba el servicio de hospital ni de ambulancia, esto como una prueba más de la eficiencia que tiene Colombia por interesarse en los derechos fundamentales del hombre y preocuparse porque estos se cumplan en todo el país. A las diez de la noche se encontraba en una clínica de Rionegro y, finalmente, a la media noche, ya lo atendían los médicos de la clínica General de Medellín.
Luego, mi tío con estas palabras se acerca a la parte más dura de la situación: ”Después de una larga y exhausta atención por parte de los médicos, estos me hacen saber que tengo gangrena y que es necesario amputarme el pie, pero solo se podía hacer con mi consentimiento, pero yo con Isbelia, mi esposa, conservando la última esperanza, que es la última que se pierde, con anhelante consuelo y llanto ahogado, les decíamos que no lo hicieran, que siguieran aplicando los medicamentos. Una semana después, el dolor se volvió insoportable al igual que los efectos de los medicamentos y las cuatro paredes en las que estaba me causaban un sofocante encierro, por lo que inmediatamente autoricé mi pérdida del pie, pero nunca la presencia de él, todavía los siento sin tenerlos que ver”.
Una semana antes de que cumpliese con la incapacidad y la recuperación, ya estaba de nuevo en su tierra, feliz, montando a caballo y cultivando las tierras, como cuando una gripa pasa y volvemos al colegio o nos cortamos el cabello y este vuelve a crecer.
Y heme aquí, orgullosa de estar sentada frente un hombre que los demás dicen montañero, pero que no necesita de una ayuda para andar, que responde por dos hijos, conforma un hogar digno y honesto, que cultiva la tierra, se mantiene más sonriente que adolescente enamorado, que no necesitó de la ayuda del Estado que ni si quiera se inmutó por brindársela y que, sobre todo, con su pierna de metal al lado tuvo la valentía de revivir el momento, sin derramar una lágrima, sin maldecir, o sentirse triste. Solo él y nada más que él es un gran ejemplo de vida para mí, aquel hombre de sombrero alado, flaco, bien vestido y de bigote que está sentado frente a mí.
Fueron dos horas las que estuvo mi tío solo, sin ayuda de nadie, postrado en medio del camino, imposibilitado, sin poderse mover, pero como buen trabajador que es, no se quedó quieto ni se dio por vencido, sabía que si no hacía nada y no detenía la sangre que de su pierna estaba fluyendo, moriría allí tirado, por lo que aplicó una de esas particularidades que se aprenden a diario cuando se vive en el campo y está alejado de la civilización, se estancó la sangre con secreto, yo, inmediatamente lo miré y con expresión confusa le pedí que por favor me explicara, a lo que él me explicó: “Es poco creíble, pero yo tuve fe, un señor que hace tiempo conocí y ya murió me lo enseñó, me recé el pie, le hice oración y la sangre estancó, es un don que se desarrolla que si no hubiera sido por este, en estos momentos no estuviéramos aquí sentados contándote la historia”, al pronunciar las palabras se me enfría la piel y me da una punzada en el corazón que llega directo a mis ojos, lo cual me hace agachar la cabeza, hacer como si estuviera escribiendo y así conservar la discreción.
Dos horas después, el trabajador que fue a pedir ayuda con otros tres y una camilla hecha de palos, subieron a mi tío en ella, mientras entre los cuatro, se echaban la camilla a los hombros y emprendían camino para llegar a la civilización. Fueron seis horas largas de camino para llegar solamente al Retiro, sin descansar, con el sol a cuestas, lleno de dolor y de cansancio tanto para el herido como para los que lo auxiliaban. En el Retiro contrataron un carro para que lo llevaran hasta la Piñuela, ya que todavía por allí no entraba el servicio de hospital ni de ambulancia, esto como una prueba más de la eficiencia que tiene Colombia por interesarse en los derechos fundamentales del hombre y preocuparse porque estos se cumplan en todo el país. A las diez de la noche se encontraba en una clínica de Rionegro y, finalmente, a la media noche, ya lo atendían los médicos de la clínica General de Medellín.
Luego, mi tío con estas palabras se acerca a la parte más dura de la situación: ”Después de una larga y exhausta atención por parte de los médicos, estos me hacen saber que tengo gangrena y que es necesario amputarme el pie, pero solo se podía hacer con mi consentimiento, pero yo con Isbelia, mi esposa, conservando la última esperanza, que es la última que se pierde, con anhelante consuelo y llanto ahogado, les decíamos que no lo hicieran, que siguieran aplicando los medicamentos. Una semana después, el dolor se volvió insoportable al igual que los efectos de los medicamentos y las cuatro paredes en las que estaba me causaban un sofocante encierro, por lo que inmediatamente autoricé mi pérdida del pie, pero nunca la presencia de él, todavía los siento sin tenerlos que ver”.
Una semana antes de que cumpliese con la incapacidad y la recuperación, ya estaba de nuevo en su tierra, feliz, montando a caballo y cultivando las tierras, como cuando una gripa pasa y volvemos al colegio o nos cortamos el cabello y este vuelve a crecer.
Y heme aquí, orgullosa de estar sentada frente un hombre que los demás dicen montañero, pero que no necesita de una ayuda para andar, que responde por dos hijos, conforma un hogar digno y honesto, que cultiva la tierra, se mantiene más sonriente que adolescente enamorado, que no necesitó de la ayuda del Estado que ni si quiera se inmutó por brindársela y que, sobre todo, con su pierna de metal al lado tuvo la valentía de revivir el momento, sin derramar una lágrima, sin maldecir, o sentirse triste. Solo él y nada más que él es un gran ejemplo de vida para mí, aquel hombre de sombrero alado, flaco, bien vestido y de bigote que está sentado frente a mí.
Del sistema de salud y otras maravillas
Artículo de opinión de Carolina Aguirre Betancur
Sección X -22 de 2013
Siempre he escuchado decir que ``cuando a uno le den una cachetada se debe poner la otra mejilla``, pero se ha llegado a tal punto en el que ya no hay más que exponer a los golpes, o bien, a las manos de parlamentarios, ministros y entidades como las nuestras, pues todo el cuerpo está golpeado…y es que no son una, sino varias veces las que la otra mejilla me ha tocado poner, que digo mejilla, más bien, las dos nalgas, un pie, el cuello, el abdomen y toda la cara. Ésta que bien me la han visto varias veces.
También he oído sobre aquel dicho que dice ``hasta lo más mínimo se debe agradecer´´ y es por esto que le agradezco al Ministerio de Salud todas estas ``bendiciones´´, teniendo pues el privilegio de ver como a través de sus entidades, de su gentileza y como de una forma muy sutil, recomiendan prácticamente a los enfermos, restaurantes y platos, así como también viajes, manifestados por medio de expresiones camufladas pero evidentes, como: váyase a la … (casa) coma….(acetaminofén) y otras como: no puede entrar está muy lleno , espere aquí en la puerta…vaya tómese un cafecito…¿Usted está enfermo? .
Manifestaciones que me supongo son ``para bien de la salud de todos´´: mandan a comer a la gente, recomiendan el lugar y, es más, son tan profesionales que hasta el portero puede dar un diagnostico satisfactorio: no lo hace esperar y lo manda a su casa, se asombra de su estado físico y pregunta de nuevo, ¿USTED ESTÁ MAL? ¡No, hay personas peores!
Cosas como estas que, le suben el ánimo a cualquiera, así la persona se esté muriendo; siendo tal la eficacia, que muchas veces por medio de su ``intervención divina´´ a usted en un momento de ``suerte´´ pueden mandarlo al cielo.
Y ni que hablar de los valores que tanto se esmeran en cultivar; manejan la igualdad, todos: ancianos y niños son tratados por igual, ninguno con preferencias, no, no, no, ¡eso no puede ser así!, también el valor de compartir: en una camilla caben hasta 2 personas, la enseñanza: a muchos acompañantes o familiares les toca hacer de enfermeros, y qué decir de la atención que es encantadora. Si es por teléfono le sugieren la paciencia, que por supuesto, todo el mundo debe tener si quiere ser tratado con estas preferencias, le ponen música suave e incesante, y luego de esperar casi una hora, si corre con suerte, se puede escuchar por medio de la dulce voz de una secretaria, que se nota solamente en el saludo (ausente), que está demasiado ocupada y trabaja muy duro, una respuesta satisfactoria como, por ejemplo, que la máquina de rayos X está averiada, pero que si es necesario vaya a urgencias, uno de los lugares que no definiré, pero que podría decir es uno de los más singulares de estas entidades de salud, donde abunda la paciencia, la gentileza, la solidaridad, la consideración, el profesionalismo, el servicio, y, lo que no puede faltar, mucho, mucho acetaminofén.
El acetaminofén, señores del gabinete, si ustedes no lo conocen, es aquella pastilla blanca que dan, independientemente de su dolor, sirve para todo: un dolor de corazón, un cuchillo atravesado en la mano, una gripa, el Párkinson, el alzhéimer, un trauma, un dolor muscular, es decir, hace de analgésico, antiespasmódico, antiinflamatorio, antipirético y casi todos los antis que se les ocurran. les recomiendo señores del gabinete, una buena dosis de ellos, para ver si logran calmar la enfermedad económica, esa que mantienen por las ansias de tener unos más que otros y todos siempre más que nosotros, recuerden que lo pueden encontrar en su centro de farmacia más cercano, sirviéndoles a ustedes como un anticorrrupto, que espero les ayude a calmar un poco la enfermedad, para bien de ustedes y de nosotros, esa, su enfermedad, la que, creo, es la epidemia que afecta a muchos y trae consecuencias a otros ( económicas y sociales) , OJALÁ PUEDAN CUARSE Y TENER DE NUEVO SALUD POLÍTICA.
Saboreen la maravilla de pastilla agria e insípida como el sistema, que por cierto, es de destacar la estupenda labor de representarlo por medio de una pastilla, ¡cuán parecido es! rebuscado, facilista, mediocre, desapacible, punzante… ¡QUÉ TRANSPARENCIA!
Deseo que experimenten la estupefacción de salud con la que contamos en el país, un país donde hasta la salud está enferma gracias a sus fabulosas intervenciones; vayan, Los invito pues a que prueben el medicamento, ah y no se confundan si, de pronto, la farmaceuta en vez de acetaminofén les dé veneno para ratas, da igual, ambos (en sus casos) surten el mismo efecto, además, la posible equivocación de quien los atienda, se puede deber, seguro, al gran aprecio que guarda hacia ustedes.
ELLA
Carolina Aguirre Betancur
Xl-22 de 2014
Ella puede tomar cualquier nombre, pues no sé
cuál es el verdadero o si acaso tenga uno… es así como le llamaré a la mujer que está todas las tardes sentada dos cuadras abajo de mi casa, la veo todos los días cuando salgo de estudiar;
a lo lejos la reconozco incluso sin
gafas , pero también está acompañada de dos
niños, ambos muy pequeños, algo
harapientos y casi que iguales en su aspecto físico; sus miradas portan un semblante fugaz, la mujer eventualmente
la tiene perdida y sabrá
solo ella dónde está, sí quizá en el recuerdo de su hogar, un hogar que es de
todos o que, por lo menos, así debería
ser; si en su tribu, su comunidad, si en el baile del aire, si en el
sonido del río, si en los rayos de sol que queman su frente, si en la brisa que
la refresca, si en su maloca, su trigo, si en sus cosechas , sus raíces, si en el canto de algún
ave que dejó, en fin, solo especulo, pero eso sí, siempre me pregunto en qué
podrá estar pensando, si piensa para evadir los pájaros urbanos, estos, los
buses, las motos, los ruidos , aquello que nunca para de escucharse en una
ciudad, en una ``selva de cemento´´.
Siempre me lo he preguntado, ¿qué razones ven estás personas para salir de su hogar? es decir ¿qué los hace querer venir?, nosotros, venimos de ellos, nosotros somos quienes debemos volver; solo en Colombia han logrado subsistir 88 tribus indígenas, entre las que podría mencionar los Nukak Makú del Guaviare, los Kansá del Putumayo, los Sánha y Chimila del Magdalena, los Kogi de la Guajira , los Emberá del Chocó , y los Muiscas de Cundinamarca entre otras tantas, de las cuales podría apostar que si preguntase o las nombrase, nadie sabría exactamente dónde o qué son, o quizá solo conocerían las dos últimas , pero esto, a comparación de cómo era antes, es paradójico; parece como si fueran entes aparte, los vemos simplemente como nuestro lado místico, del que muchos a veces hablan por creerse intelectuales y muy históricos y muy naturalistas… pero en realidad solo son alegorías pasajeras; me pregunto las razones y ellas vienen a mí, por un lado estamos nosotros a quienes no nos educan o informan sobre nosotros mismos, nos enseñan a servir a ‘’algunos’’ de lejos, muy lejos, desconociendo de dónde venimos, entonces ¿ cómo saber qué hacer si no sabemos qué somos? La respuesta a esto nos la da el gobierno, excluyéndolos, implantándonos nuevos ‘’parámetros e ideales’’. Incluso, tratando de que ellos se acomoden a estos, dejan perder todo, así como dejaron perder a Panamá, como regalaron casi 200 millas náuticas de nuestro mar, como están dejando perder estas culturas, cómo están dejando perder el país.
Pero,
vuelvo con la mujer, aquella de semblante
desconsolado, que por lo general,
siempre está sentada en el asfalto, en el duro e injusto suelo, que para ella fuera hierva, fuera tierra; sus
pequeños, me imagino, juegan a veces cuando tienen fuerzas, pues siempre que
los veo están dormidos, y ella solo cumple
con lo suyo, mendigar una moneda al transeúnte. Ella, por supuesto, una de
tantas indígenas colombianas , quizá desplazada por la violencia: las FARC y
otros tantos leguleyos, quizá obligada por su esposo, pues nunca tuvieron una
educación que no deseducara su cultura pero que educara su marginación, que las
librara de su temor; estas mujeres quizá desconocedoras, amenazadas, o
simplemente ignorantes que ahora también están siendo delincuentes, alquilando
sus hijos, muchas veces dopándolos y
causándoles la muerte (motivo por el cual casi siempre parecen estar dormidos)
para pordiosear una moneda.
Y es que a esto me refiero, solo acusamos
pero no actuamos, ellas deberían tener un apoyo sobre reinserción social si es
que así lo quieren (venir a la ciudad) una campaña de desarrollo y sostenimiento de
estas comunidades, no que busque sacarlas de sus hogares o ``modernizarlas´´. NO,
sino que las establezcan definitivamente, pero con inclusión social, que les
brinden protección, que se sientan seguros en sus hogares.
Cada vez que paso por su lado algo en mí se
estremece y entonces siento pena pero no
sé explicarme el porqué; recuerdo que un día, luego de darle unas cuantas monedas,
seguí mi camino y justo antes de pasar
la calle, mi mirada se encontró con la
de un transeúnte que de seguro había visto lo sucedido, y lo siguiente me
desconcertó, me miró como decepcionado, y entonces no entendí, si fue por la
situación que ambos habíamos acabado de ver y que por cierto, a diario y en
casi que todos los rincones de Colombia
vemos en diferentes presentaciones, o por el contrario, si fue por el hecho de
que le hubiese dado las monedas, en todo caso, decidí seguir y no prestarle
atención; tal vez fue un presagio que
anunciaba los hechos, pero en ese
entonces, no supe interpretarlo…pues esa
misma tarde, en mi casa estuve inquieta, interrogaba, respondía, y entonces
como si por cada moneda que hubiese dado,
mi mente se llenaba de ideas; y ahí estaba ella, la mujer de la esquina,
y él el señor transeúnte. El monologo comenzaba.
Reflexioné en lo que quizá pudo haber pensado
el transeúnte y que sé, muchos piensan: ´´esa gente está así porque quiere,
ellas (por lo general porque siempre son mujeres y sus hijos) tienen manos y
capacidad para trabajar, no se les debe dar nada, eso es solapar´´ y entonces quizá
me sentía culpable, me escuchaba,
consideraba y respondía: esas mujeres no
han tenido educación , tienen manos pero no saben bien cómo usarlas cuando
importa más una máquina que una planta, y
aún si lo supieran ¿cómo podrían? Es de recordar que hay cerca de
1,990,000 mil desempleados en
el país y entre ellos, claro, están incluidos aquellos que sí tuvieron la
posibilidad de una educación superior o tan siquiera una básica , lo que
pondría a estas mujeres en desventaja y
si, incluso, hiciesen trabajos que no requirieran estudios, que ahora es casi
imposible, se verían igualmente afectadas, pues si hasta los profesores
reclaman un salario digno , ahora imagino a estas mujeres en otra situación y
me explico el porqué de que muchas personas acudan a las calles, aunque no lo
justifico.
Trato también de darme respuesta a mi
pregunta inicial, y entonces me remonto, y me meto más a fondo, a la política,
aunque pareciese que esta no tuviera uno: siempre salen con algo nuevo, más
rebuscado, más infame, más atrevido. Y así como está, es que me atrevo a
mencionarla y a mencionarnos, pues
nosotros somos ``partícipes´´ de ella
externamente, aunque internamente solo seamos unos espectadores del acto,
del circo.
Me remonto a las FARC y sus millones, no solo
de muertos, sino de desplazamientos; a la falta de dignidad, a la falta de pertenencia, ¿cómo es posible el cambio de un
árbol a un edificio? ¿Estamos perdiendo nuestra tradición y cultura indígena? ¿Por
qué le damos importancia a lo menos importante, a los pequeños hechos? ¿Por qué
volvemos todo una novela? Ah claro, porque es que acá en Colombia nos alimentan
de eso, de amarillismo. Nos crean un libreto que cumplimos, por cierto, al pie
de la letra. Decimos que somos el país más feliz del mundo, ¡pero claro! Si
todo lo hacemos una fiesta, lo que pasa es que no nos damos cuenta que quien se
lleva los regalos son otros, somos quienes rompen la piñata y, al final, vemos
el suelo vacío, así como les ha tocado irse a la cama a millones de
colombianos, mientras que ``nuestros
representantes, quienes abogan por nosotros`` tienen de sobra y hasta reciben
aumento, porque es que somos colombianos. Y aplicamos los refranes, y el gobierno
sí que los ha sabido aplicar, por ejemplo está: el que quiere una taza se le
dan dos y el que quiere un granito se le da medio (siendo nosotros los del
grano).
No trascendemos a los hechos, dejamos que
ellos nos trasciendan y nos vuelvan historia, de esas que casi nadie recuerda, de
esas que no son buenas contar, a eso estamos llevando a estas tribus, al olvido.
¿No ven acaso lo increíble, cómo en un solo
hecho se ve reflejado todo un problema, un país? Y otros preocupándose por cómo
está la moda en París, mientras acá vendemos nuestra propia tela al exterior y
el exterior nos la revende con una mera etiqueta que hasta le cuadriplica el
precio al producto. NO, esto es Colombia, aquí y ahora, allá en esa esquina, esa
mujer ; esa mujer es Colombia y nosotros no lo vemos, fue rica, bendita entre
la naturaleza, rodeada de aguas , que ahora nos quitó la Haya, que ahora para
ella se vuelven alcantarillas en una acera, esa mujer es Colombia, llena de
historias , tradición, sufrimiento, tenacidad, colonizada por su marido quien se cree su dueño así como
España, quienes no contentos con robarnos, trajeron enfermedades, nos llenaron de hijos, hijos
que esclavizaron, que sufrieron; ¡ELLA ES COLOMBIA! , en las calles, por cada
parte que pase, cada piedra que pise, cada sonrisa que dibuje, ese es el
espíritu colombiano que aunque se vea irónico, desolador y conformista no
debemos dejar perder la sonrisa, la esperanza.
Pero mientras tanto me
retiro, y dejo esto en la mesa, mañana es otro día y quién sabe si ella, la
mujer de la esquina, se levante.
Medellín, la ciudad de las calles seguras
Crónica de Andrés Mateo Herrera Ramírez
XI-23 de 2013
Y sí, es de esta forma como cierro mis ojos de nuevo en presencia un decaído espíritu patriótico, intentando conciliar un sueño que remonte mis sentimientos hacia un estado de tranquilidad, que aleje mi mente de tal realidad que agobia mis pensamientos, realidad que me hala de esa bonita nube en la que recalo cada vez que presto mi tiempo a admirar la bonita ciudad que habito y en la que la vida ha decidido, yo me desenvuelva como ser humano.
Comienza pues, el día con una estridente alarma, indicándome a gritos que es momento para poner mi cuerpo en marcha, ir en busca de la toalla y tomar un cálido baño. Mientras yo intento poner cosas como el uniforme, los útiles o mi moral en orden, mi madre es aquella que se levanta en simultánea, y vela porque el desayuno sea mi fuente de energía para el resto de la mañana. En este instante comienzan las malas noticias.
En la radio, cruel aparato difusor de tragedias y atropellos, se anuncia el estado del clima, se dan los buenos días a los oyentes, se narran un par de chistes (algunos son charros, muchos otros no) y en breve se da comienzo a la repartición de acontecimientos. Por un lado, se comenta acerca de los múltiples enfrentamientos entre bandas, algo normal. Se habla también de la típica madre que sufre alguna clase de desestabilidad mental-emocional, por lo cual decide que lo mejor es arrojar a su hijo recién nacido a una caneca de basura, dándole punto final a su existencia; algo no tan común, pero de igual forma no tan desconocido. La siguiente es un poco más nueva, y de mismo modo vieja: un grupo de vándalos utilizan inteligentes estrategias para quitarle las pertenencias a las inocentes personas que por un azar del destino, deben de cruzar diariamente el “Parque Berrío”, emblemático lugar de esta hermosa metrópoli, estigmatizado a causa de aquellos indeseables “ciudadanos”. Sería bueno también resaltar algunas noticias no tan malas, pero la verdad a muy poca gente le interesa escuchar acerca de las viviendas otorgadas por el gobierno a personas de estrato 1 y 2, y eso los aburriría, así que lo dejaré para otra ocasión.
Es importante recordar que nuestra ciudad, llena de naturaleza, gente amable y tradiciones, entre muchas otras cosas, está situada como la veinticuatroava ciudad más peligrosa del planeta, siendo a su vez Colombia de los países con más manchada reputación alrededor del globo.
Se llega el momento de salir, cojo mi maleta, mi buso, e intento llegar lo más rápido posible a la siguiente calle. Me doy cuenta de que por algún motivo me he ido retrasado nuevamente de mi hogar, y luego de llegar apresurado a la mencionada calle, me topo con la noticia de que el bus escolar, nuevamente, me ha vencido en la carrera contra el tiempo. Cruzo la calle y observo con detenimiento la cancha “Tejélo”. Además de echarle un vistazo, comienzo también a sentir una agradable esencia... No me toma mucho trabajo identificar el olor, es cannabis, proveniente de algún lugar entre los árboles. ¿Sabían que Colombia es, junto con México y Paraguay el país que más marihuana exporta en el mundo? Y ni hablar de nuestra ciudad, cuna del más grande narcotraficante conocido en la historia de la humanidad, el odiado, amado e idolatrado Pablo Escobar (aunque su especialidad no era exactamente el TCH, pero bueno, ya ustedes entenderán).
Tomo una decisión arriesgada, opto por coger el 281, ruta que descarga sus últimos pasajeros en el Camino Real, sobre la Avenida Oriental, para luego subirme allí a un circular sur, cuya parada será en las calurosas puertas del INEM. Me bajo en el centro de mi ciudad, hogar de indeseables personas atacadas por el déficit, el hambre y la drogadicción. Miro a mi alrededor, me armo de valor y comienzo a caminar. Las únicas dos cuadras que me separan de una ruta y la otra se me hacen eternidades, y la verdad que no es fácil deambular en unas calles que han sido testigos de las ocasiones en que he sido asaltado, robado, insultado, y acomplejado. Pienso en las cosas terribles que es capaz de hacer una persona en medio de la necesidad. Siento temor. Aseguro un paso rápido, miro a mi alrededor. Todo parece ir de maravilla, unos cuantos mendigos son los únicos que rompen mi silencio. Consigo llegar a la entrada, hago la fila, subo al bus, me monto en 1000 por encima de la registradora, tomo asiento, por fin estoy a salvo.
En la institución nada se sale de sus esquemas. Unos estudian, otros no. Nadie se pregunta qué estará pasando en cada calle de la ciudad que los ve desempeñarse a diario. Cada quien comenta sus problemas, revive sus inconvenientes y varios suplican por consejos. Quizás no sea prioridad de muchos, pero sería bello hablar de una comunidad que, además de contar con las mujeres más hermosas del país, un creciente desarrollo en cuanto alternativas de transporte público, hermosos paisajes, diversas situaciones climáticas, entre muchas otras características positivas, fuera también la ciudad de las calles seguras, la ciudad sin enfrentamientos por el poder que otorga el territorio y la droga, y la ciudad por la cual cada paisa suspire de felicidad y orgullo al momento de escuchar su nombre.
UN VIAJE FUTBOLERO A LA CAPITAL DONDE SOMOS UNA
“RAZA MALDITA.”
Juan Pablo Erazo Mesa
XI-22 de 2014
Lo recuerdo como si hubiese sido
ayer, iba cumplir uno de mis sueños; ver jugar a mi equipo de fútbol en otra
ciudad. Lo haría en el partido que disputaría frente a la Equidad en la ciudad
de Bogotá, la capital de Colombia. Normalmente, el equipo bogotano hace sus
veces de local en el estadio de techo, pero esta vez lo haría en el máximo
escenario de los capitalinos, más exactamente en el estadio “Nemesio Camacho el
Campin” el mismo donde mi glorioso club conquistó la primer Copa Libertadores
de América para el fútbol colombiano, la noche del 31 de mayo de 1989, dicha
vez frente al club Olimpia de Paraguay con un marcador global de 2 a 2 que
obligaba a definir la serie desde lanzamientos desde los doce pasos. Con una
estelar actuación de René Higuita y la definición final de Leonel Álvarez el
conjunto paisa se coronaría campeón continental tras el 5-4 de los penales.
Volviendo al partido contra La
Equidad, muchos me preguntaban antes del viaje que ¿si no me daba miedo ir a
ver a Nacional en otra ciudad debido a los peligros que implicaba? O mejor
¿Cómo hice para convencer a mi familia de otorgarme el permiso para disfrutar
del compromiso en vivo? Mis respuestas siempre eran las mismas, con respecto a
la primera contestaba con una pregunta ¿cómo me iba a negar a cumplir uno de
mis sueños por culpa del miedo? Y, por el lado de la segunda, el permiso me lo
gané con las notas del colegio a lo largo del año. Es decir, el partido era el
domingo 18 de noviembre de 2012, correspondiente a la primera fecha de los
cuadrangulares finales, entonces una semana antes mis padres me dijeron que me
iban a dar un premio por ocupar el primer puesto de mi salón de clases, así
que, yo mismo les pedí que me dejaran ir a ver jugar a mi equipo de fútbol con
una bendición. Y así fue.
Luego de concedido el permiso,
hablé con mis amigos que también iban para Bogotá sobre las reservas del viaje
con la barra “Los Del Sur.” Esta tenía dos precios distintos 115 mil pesos con
boleta incluida saliendo de la ciudad de Medellín la madrugada del sábado 17 de
noviembre, y por el otro lado, costaba 85 mil pesos sin boleta, por lo cual
está última reserva saldría de viaje el viernes en la madrugada para así, una
vez llegados a la ciudad de Bogotá pudieran salir a conseguir sus entradas. En
mi caso, no alcancé a llevar la plata de la reserva que incluía la boleta a
tiempo, lo que implicaba llegar a la capital un día antes que los demás. Con la
suerte de que me hospedaría en la casa de un familiar y para mayor fortuna
sabiendo que luego del partido regresaría a la ciudad en avión, ya que, mi tía
se encontraba por esos días en la capital y me regalaría el pasaje aéreo en su
mismo vuelo.
Un día antes de salir de viaje,
organicé las cosas necesarias para la excursión, dentro de las cuales llevaba
una camisilla, una sudadera, una pantaloneta, un jean, cuatro camisas y dos chaquetas, puesto que como todos los
colombianos sabemos, en la ciudad de Bogotá hace mucho frío. La tarde del jueves
15 y la noche del mismo, se hicieron eternas. Estaba ansioso, ya quería estar
en el estadio. Pero me esperaban largas doce horas de viaje con otras personas
que apenas iba a conocer. Cuando llegué a la guarida (lugar donde salen la
mayoría de excursiones de los del sur) me sentía extraño hasta que empecé a
relacionarme con los demás compañeros con los que iba a abordar el bus. El bus
arrancó a las 2:12 de la mañana, momento en el que todos empezamos a entonar
las canciones que coreamos durante los juegos de Nacional.
A lo largo del viaje, íbamos
conversando, escuchando música, cantando, tomando licor y algunos, o mejor la
mayoría, revolviendo el alcohol con diversas drogas (marihuana, perico,
rivotril, popper, etc). Vale decir que por mi parte fue el momento más aburrido
y de menos gracia del viaje, ya que ese tipo de sustancias nunca han sido de mi
gusto. Pero, también en dicho momento me sentí de cierta manera halagado ante
lo que me decían los demás, por ejemplo “Letico parcero, mis respetos para
usted, siga así de sano que va por muy buen camino.” O “excelente que no se
deje llevar por los demás incluyéndonos a nosotros, se ganó nuestra
confianza.” Luego de más de cuatro horas
paramos en Doradal alrededor de unos 20 minutos y cuando volvimos al bus nos
pusimos a hablar de dos de las cosas que más amamos en la vida: el Club
Atlético Nacional y el Fútbol. El resto del viaje, transcurrió de la misma
manera, entre risas, chistes, conversaciones y ansiedades hasta llegar a los
alrededores del estadio.
Estábamos en el coliseo el Campin
aproximadamente a las tres de la tarde del viernes 16 de noviembre de 2012. Una
media hora después de llegar a Bogotá, algunos hinchas de millonarios que
pasaban por el lugar empezaron las burlas a las que nos sometimos durante 24
horas en dicha ciudad. Algunos nos gritaban: “¡raza maldita!” otros nos
cantaban “Maricón, maricón, paisa maricón.” Y algunos nos amenazaban mientras
nos decían “los hijos de Pablo” o “la escoria de Colombia.” En ese instante
nosotros los paisas, esa “raza maldita” sólo nos reíamos de impotencia mientras
no sabíamos si responder o ignorar a dichos personajes. A mí, esos insultos
solo me parecían parte de la ignorancia, el egoísmo y la competencia en el que
nos desenvolvemos los seres humanos, y así sonará regionalista no dejaba de
imaginar que Antioquia fuera federal y solo les gritaba ¡VIVA NACIONAL, VIVA ANTIOQUIA
FEDERAL!
Más tarde, tipo siete u ocho de
la noche después de buscar boletas sin fortuna en diferentes taquillas de la
ciudad, me encontré con mi prima (donde me hospedaría) y me dirigí con ella
hacia su casa, donde luego de un baño y un plato de comida, me acosté a dormir
hasta la mañana siguiente. Desperté a las ocho y treinta minutos del sábado, e
inmediatamente me bañé y fui a encontrarme con los demás hinchas que viajaron
conmigo a comprar nuestras boletas. A las 10:15 de la mañana llegamos a las
taquillas donde desgraciadamente ya no habían boletas populares, para ese
partido “Los Del Sur” estaríamos ubicados en la tribuna lateral norte alta
porque la tribuna sur estaba en remodelación y la parte de oriental estaba
destinada para que la ocupara “La nación verdolaga.” Aquella barra de hinchas
bogotanos de Nacional que se hacen llamar “Anti paisas” pero que son hinchas de
un equipo paisa. Lo cual me recordaba lo despreciables que somos nosotros los
paisas para las demás regiones de Colombia en especial para los bogotanos.
En el momento lo que más nos importaban eran las boletas, así que
seguimos nuestra búsqueda hasta horas de la noche, donde todos conseguimos
gracias a uno de los líderes de Los Del Sur Bogotá nuestras entradas por un
precio de $45.000 pesos. El panorama empezaba a ser agradable para nosotros a
pesar de las burlas e insultos de las personas bogotanas. Desde ese instante,
solo se veían rostros alegres por parte de nosotros “La raza maldita.” Mi prima
me recogería en el estadio a las 8:30 de la noche de ese sábado para ir a
descansar y dormir para al otro día apreciar el evento causante de mi viaje a
Bogotá: el partido entre La Equidad y Atlético Nacional. Esa noche pasé
desvelado, solo pensaba en ver saltar a mi equipo a la cancha y alentarlos más
de 90 minutos sin parar.
Eran las 2:15 de la mañana ya del
domingo, y aún no era capaz de dormir, pensaba en el partido, en los insultos
recibidos como en lo bonito que sería callar dichos insultos con goles. Cerré
mis ojos e inconscientemente me quedé dormido más o menos a las 3 de la
madrugada. El partido era a las 5:45 de la tarde del domingo, así que no había
mucho afán de levantarse temprano puesto que ya tenía la boleta de entrada.
Pero, mis amigos que habían viajado después de mí, llegaban a la una de la
tarde al estadio.
Mi prima me levantó ese día a las
12:15 de la tarde, inmediatamente me organicé, almorcé en compañía de ella y me
dirigí hacia el estadio a la 1:30 de la
tarde. Como “El Campín” quedaba un poco retirado de la casa en donde estaba,
llegué a sus alrededores aproximadamente a las 2:45, tres horas antes del
encuentro. Inmediatamente cogí el celular y llame al líder de mis amigos “el
mueco”, me encontré con ellos y como hacía un poco de frío entramos rápido al
estadio. Mientras hacíamos la fila para que nos requisaran, volví a sentir el
desprecio de aquellas personas (si se le pueden llamar así) de la capital. Uno
de los policías nos tiró al piso golpeándonos y despojándonos de nuestras
pertenencias. Al mueco, le sacaron cada uno de sus documentos, papeles u
objetos de su riñonera arrojándoselos en su cara y gritándonos a todos de
manera arrogante: “paisas narcotraficantes, hijos de puta”. Dicha tortura duró
alrededor de 30 minutos y a pesar de la indignación que produjo en todos, en
especial en mí, cuando entramos a la tribuna se nos olvidó todo y empezamos a
cantar de manera alegre: “Soy del verde, soy del verde, soy, del verde soy yo.”
El equipo por fin salió al campo
de juego, mientras pasaban los actos de protocolo todos cantábamos, saltábamos
y apoyábamos sin parar a nuestro amado Atlético Nacional. El pitazo del juez
central sonó a las 5:46 minutos del domingo 18 de noviembre de 2012. Sin dudas
a pesar de las “humillaciones”, insultos y demás, fueron los 90 minutos más
alegres de mi vida, en realidad fue uno de los días más grandiosos de mi
existencia. Cuando apenas iban 20 minutos de juego empezó a llover y desde ese
instante el agua no paró de caer, como se dice popularmente en el estadio “esa
lluvia de mierda no quiso parar, fueron los rojos, las gallinas y los vallunos
que no paraban de llorar.” Terminamos empapados, con toda nuestra ropa mojada
pero con un triunfo que nos acercaba a una posible final del fútbol profesional
colombiano. Nacional ganó en aquella ocasión 2 a 0 con goles de Luis Fernando
Mosquera y Avilés Hurtado.
Cuando se acabó el partido todos
reíamos y yo sólo pensaba en cómo un equipo paisa, sí, un equipo de la “raza
maldita” de Colombia, le ganaba cómodamente a otro de la supuestamente “raza
superior” del país. Y para su desgracia:
LA RAZA MALDITA VOLVÍA A TRIUNFAR.
VULNERABILIDAD JUVENIL EN LA COMUNA #1 DE MEDELLÍN
Crónica de Lenny Agudelo Urrego
Sección XI-24 de 2013
Todo comenzó aquel día en que estaba en mi casa lavándome el cabello en la plancha, pero ese día se sentía diferente ya que estaba haciendo mucho frío y los gallinazos rodeaban el cielo, se sentía mucho silencio, cuando yo estaba con el cabello enjabonado, escucho un rafagazo de una ametralladora, muy asustada. Salí corriendo con el cabello enjabonado y agachada del susto me dispongo a bajar las escalas y del miedo de aquel sonido me enredó y me caigo por las escaleras mi madre muy asustada me ayuda a pararme y nos escondemos en el baño mientras pasa la balacera, se escucha gritos de la gente que huía a refugiarse de las balas, era un ruido muy penetrante. Mi madre y yo rezábamos para que pasara rápido aquel momento, donde nos preguntábamos a quien estarían matando, yo me ponía a pensar sobre aquellas madres como estarán de asustadas pensando que su hijo se lo van a matar.
Esto es un gran problema que tenemos en nuestro barrio donde el joven desde muy temprana edad comienza con vicios y termina de gatillero, donde sus familias se ve mucho el conflicto intrafamiliar y la única forma de salir de esa vida es en una cárcel o muerto; En los últimos años en la ciudad de Medellín, nos estamos enfrentando a las consecuencias futuras que veíamos llegar tras la problemática, de los diferentes grupos armados al margen de la ley, es decir, narcotráfico, guerrilla y paramilitarismo, aunque estos últimos como consecuencia misma del gobierno.
En las comunas de Medellín se está viviendo una guerra sin límites ni compasiones, por territorios y las llamadas vacunas, especialmente nos enfocaremos en la comuna #1 de Medellín; en esta como en las demás se observa que los jóvenes desde los 9 a los 16 años ya están adquiriendo un sin fin de vicios, tales como drogas, alcoholismo y sustancias psicoactivas viéndose así involucrados en el vandalismo y el sicariato.
Pero que hace al respecto la acción comunal frente a este problema. ¿Por qué se invlocran los jóvenes en estos vicios?¿ Qué encierra su vida a fondo?¿ Qué piensan del futuro?¿ Qué medidas pueden tomarse para evitarlo? Tal vez no sea la solución, pero sí es un poco de ayuda para que los jóvenes de esta comuna conozcan otras salidas a su vida.
Como aquellos jóvenes que ese día estaban matando, terminada la balacera, como todo chismoso y buen paisa sale a ver a quién mataron, me salgo para la calle a ver qué sucedió y mi primera impresión no fue nada bueno, creo que ha sido lo más duro que me ha tocado ver, un montón de hombres tirados en tumulto en la calle a balidos, la sangre corría por la calle de aquellos hombres, pero lo más duro de esta historia es ver llegar a un montón de madres buscando el cuerpo de su hijo en medio de esa masacre, lo último que se supo fue que los policías del alrededor ayudaron a otras bandas a matar a estos jóvenes pero como es la “Autoridad” no se puede decir nada porque si hablas terminaras como ellos, como un día dijo Samuel Butler: "Es preferible una paz injusta a una guerra justa."
El lenguaje del mundo a las puertas
Crónica de Laura Peña
Sección XI-24 de 2013
Me encontraba en el colegio, más específicamente en la fotocopiadora, en el intercambio de jornada, de repente pasa el profesor Carlos, para su aula de clase. Iba como siempre con su bolso, su camisa dentro de sus pantalones, muy organizado como de costumbre. Se nos acercó a Santiago y a mí, y dijo a juan diego y Alejandra que se acercaran, nos daría la gran noticia, el encuentro que cada año en el colegio se realiza en el día del idioma, poesía por la paz, en su quinto encuentro quería que estudiantes inemitas participaran, Carlos nos pidió específicamente que representáramos el colegio, y que informáramos a nuestros compañeros, que todos éramos aptos. La verdad aunque a todos nos gustaba mucho la idea, no hicimos mucho esfuerzo por participar, ni empaparnos sobre el tema. Se acercaba semana santa, todos nos fuimos a disfrutarla pero en definitiva nadie volvió a hablar sobre ello.
Cuando iba finalizando la semana santa, tuve la oportunidad de hablar con el profesor Carlos por Facebook, y él, me informo por completo sobre que debía hacer para participar. Era necesario tener permiso de los padres, porque iríamos a varios pueblos además de 10 poemas que serían publicados en el libro: “tras las huellas de la paz”. De inmediato me puse en el acto de escribir los poemas necesarios para participar. Cuando tenía todo listo lo lleve, e informe a mis compañeros que era lo que pedían para poder hacer parte del evento, pero en general ninguno parecía muy animado, el único era Juan Diego. Pasados unos días, tuvimos la oportunidad de hablar con don Carlos Alberto valle, el fundador de poesía por la paz, (se encontraba con su sombrero, poncho y carriel, como los sabe llevar él) con el fin de hacer algunos arreglos a los poemas y para conocer qué día viajábamos.
El primer pueblo al que viajaríamos era Betania, el 20 de abril a la 1 pm. Todos estuvimos ahí a la hora de encuentro; Alejandro, Manuel, Melisa, y Juan Diego, además de mi madre; la euforia se apoderaba de nuestros cuerpos, estábamos rodeados de varías personas que en tan solo tres días, cambiarían muchos de nuestros puntos de vista, nuestra forma de ver la vida. La primera persona con la que tuvimos contacto fue Don Alberto Abrego, (Che Alberto, le decíamos), uno de los argentinos. Entre nosotros y che Alberto, hacíamos chistes, y al mismo tiempo discutíamos sobre temas de interés. Él normalmente era quien nos hacía aporte de cómo recitar mejor, fue por completo una amistad constructiva. Siempre iba con su sudadera, camisa, tenis, algunas veces con pantalón.
Llegamos a Betania aproximadamente a las 4:30, lo primero que hicimos fue almorzar (lo que fue almuerzo y comida, al tiempo), después fuimos a conocer el pueblo por nuestra cuenta y a las 6:30 estuvimos todos en el parque central, para el evento en el que se lanzaría el libro “a los arrieros”.
Juan diego y yo, cumplimos la función de vender los libros mientras se llevaba a cabo el lanzamiento del libro, y se transmitía por el canal del pueblo. Al finalizar, salimos para el hotel que quedaba en una vereda. Lo primero que hicimos fue instalarnos, conocer el lugar, que tenía una piscina, un lago, un castillo para niñas, y una especie de templo (el cuál fue elaborado, porque allí se casarían los dueños). El tema central de aquella finca era la pata sola, así que en toda la casa y sus alrededores había huellas e historia sobre esto. Allí mismo habían tres caballos, además de cultivos de café, lo que predomina en la región.
Cuando todo mundo estuvo instalado, se hizo una fogata al lado del lago, en el cuál, todos nos sentamos a compartir escritos y música; al rato comenzó a llover, lo que hizo que la mayoría de desplazara a la casa y se siguiera la tertulia. Una de las personas que más se hizo representativa fue doña Ángela Penagos, la cofundadora de poesía por la paz, una mujer encantadora, carismática, social, humilde, y gran poeta, ella fue de fundamental desarrollo en todos los viajes por su infinita alegría con la cual contagiaba a su alrededor. Terminada la tertulia todos fueron a dormir, pero Alejandro, Melissa, Manuel, Juan diego, David (el hijo de don Carlos Valle) y yo, nos instalamos en la buseta para seguir la tertulia entre nosotros.
Al día siguiente a las 8 de la mañana nos encontrábamos desayunando, ya bañados listos para ir al museo con una gran particularidad: Tenía forma de guitarra. En el había una variedad de antigüedades y una variedad de cristos con características de la población colombiana o en general desempeñando un oficio, por ejemplo estaba el cristo paisa y el cristo carpintero, entre otras singularidades. También visitamos el mirador, creado por el estado en varios pueblos antioqueños, del cual se veía Betania, y las montañas que lo acogían. Un espectáculo por completo. En la tarde estuvimos en una reunión con el alcalde, la primera dama, además de personas muy importantes; en esta reunión se destacó Don Orlando Betancur, por ser alguien quien ha dado mucho por el pueblo. Él es el dueño de la finca hotel donde nos estábamos hospedando. Terminada la reunión, seguimos ahí mismo en la casa cultural de Betania, haciendo la presentación del libro, “tras las huellas de la paz”, cada una de las personas presentes participes del libro, hicieron intervención.
En la esperada noche, acompañados de unas pocas estrellas, estando en el hotel de nuevo, se habría paso una tertulia mucho más agradable que la anterior, allí se encontraba mi madre, Doña Ángela Penagos, Che Alberto, Don Benigno Rodríguez, Don Carlos Valle, Don Orlando Betancur, doña Luz Elena Sepúlveda, doña Georgina Cuartas, Manuel, Alejandro, Juan diego, Melissa y yo, esta vez, éramos menos, pero fue mucho más excitante. Un viento fuerte, y una leve lluvia nos hacían compañía, además de un poco de Ron, para volver caluroso el rato. Viajamos por medio de las letras, creando entre todos un cadáver exquisito, (un escrito elaborado por todos los presentes) fuimos cómplices y medios del deseo nocturno. Compartimos entre todos una energía de paz, de amor, de armonía, en la cual nos sumergimos al punto emanar un cariño, inesperado y poco común en nosotros.
Al día siguiente, a eso de las ocho de la mañana nos encontrábamos en la institución Educativa Perla del Citará, rodeados de niños con unas miradas llenas de ilusiones y otras tan ausentes, pero al final todos seres hermosos, como suelen serlo los niños. Hicimos presencia en el acto cívico, en el cual celebraban el día del idioma. Después nos dirigimos a las aulas para realizar un despertar literario, Manuel y yo estuvimos con un grupo de noveno, explicamos desde nuestra experiencia lo que era la poesía y todas las formas de ser expresada, comenzamos haciendo un cadáver exquisito, en el cual predomino el desamor, el miedo, la inseguridad, en general, todo lo que mata el amor. El grupo estaba compuesto por personas maravillosas, respetuosos de sus compañeros. Una joven salió a demostrar su talento, que era cantar. Manuel y yo les explicamos que esta era otra forma de llevar la poesía a ser parte del lenguaje de cada persona, a ser lenguaje universal, como nos enseñó Doris Jaramillo, una gran poeta de Guarne. Todo aquello que salga del corazón, pasa a ser lenguaje universal.
LO INESPERADO DE UNA SALIDA
Jakeline Vidal Ocampo
XI-22 de 2014
El
8 de enero del 2010 todos estábamos ansiosos de salir de inmediato en aquel día
de sol fuerte, no íbamos para muy lejos, pero puesto que ya se iban a terminar
las vacaciones cualquier salida era válida. Salimos a las 2 de la tarde, iba
con casi toda mi familia, por excepción mis padres que decidieron no venir,
emprendiendo carretera en el carro de mi tía hacia el municipio Fredonia
ubicado a 2 horas del municipio de Bello, estábamos contentos de poder
disfrutar en familia en un ambiente tan natural y diferente al que estábamos
acostumbrados. En medio del viaje los niños jugaban con un balón preparándose
para la diversión, otros iban dormidos, el copiloto y mis tías iban conversando
y escuchando buena música, y yo tan solo me dedicaba a observar la carretera y
los paisajes por los que estábamos pasando en aquel momento.
Aproximadamente
a las 3 y 40 de la tarde, medio kilometro antes de llegar a la casa de Doña Luz
Elena, la casa donde nos íbamos a hospedar, el medio de trasporte en el que
íbamos empezó a sonar de una manera
extraña en medio del camino, hasta el punto que el motor avisó que algo fallaba
y se averió. Como todos vimos que no era una reparación rápida, que llevaba
tiempo y teníamos hambre, algunos decidimos llegar a la casa a pie, ya sabíamos
el camino, no había pérdida. Los niños llegaron primero que los adultos, entusiasmados, saludando y con ganas de no parar de jugar. Después
de que los que estábamos en la casa comimos y organizamos las maletas en las
piezas donde cada uno iba a dormir, llegó mi tía con mis tíos que le estaban
ayudando ya casi al anochecer, no habían podido reparar el carro pero habían
conseguido un repuesto provisional que aguantó lo suficiente para guardarlo en
frente la casa, pero aquel daño no causó mayor preocupación ya que nos dijeron
que, para el día de regreso, que supuestamente era después de una semana, el
carro estaría reparado.
Después
de dos días llenos de tranquilidad, paz y alegrías entre nosotros, un día
montando a caballo, el otro conociendo lugares y relatos, días en los que logré
conectarme con la naturaleza, pasar momentos para conversar y unirme con casi
toda mi familia, digo casi toda porque días atrás habían pasado algunos
disgustos con uno de ellos; pensar en medio de lugares tan hermosos el poco
valor que le damos al mundo exterior y la mucha importancia que le damos a la
tecnología; al tercer día ocurrió un hecho muy extraño.
El
10 de enero nos levantamos muy de madrugada una prima y otros cuantos primos
que no podíamos dormir, así que mi prima y yo nos abrigamos porque estaba
haciendo bastante frio, nos salimos de la habitación y al salir nos encontramos
con lo típico del campo, los dueños estaban aun desde más temprano levantados
haciendo sus oficios, siempre he admirado cómo desde generaciones atrás la
clase trabajadora, aquella que nos da comer, es tan estable y fiel a lo que
hace, ellos se apasionan por estar trabajando, por ver nacer y cosechar lo que
nos brinda la naturaleza, como en esa mañana al salir a la puerta exterior vi a
Doña Luz que venía de recoger el café para después mandarlo a vender, cuando me
saludó me encantó su aroma a cafeína con cigarro mezclado con el frio de la
mañana, era tan puro, fresco y tan denso el aire de aquel lugar que me costaba
respirar. Cuando entré de nuevo a la casa sentí otro aroma peculiar, era un
olor dulce, así que busque el olor y era don Fernando, el esposo de Doña Luz,
que hacía barquillos desde muy temprano para irlos a vender después, cuando
llegué ya tenía mucho trabajo adelantado, había entre treinta y treinta cinco
paquetes amontonados. Cuando me vio, me saludó con una gran sonrisa y siguió
trabajando, me ofreció unos cuantos barquillos pero le dije que no, que más
tarde cuando estuvieran separados los que estaban desbaratados, así que para no
incomodar más me dirigí hacia la cocina para ayudarle a doña Elena a hacer el
desayuno. Mientras hacíamos el desayuno, ella me contaba las historias que
había tenido durante su experiencia de vida, ese tipo de historias que las
personas de mayor edad cuentan porque para ellas fueron momentos tan significativos
que no pueden olvidar, pero mientras conversaba con ella se escucharon ruidos
que veían de la parte de atrás de la casa, donde se encontraba el huerto que
conectaba con el camino que daba directamente al estadero (bailadero), pero
desde el corredor de la casa no se veía absolutamente nada y los ruidos se
dejaron de escuchar por lo que dejamos de prestar atención y seguimos con
nuestra fría pero hermosa mañana.
Fredonia
estaba en ese entonces en la temporada de mariposas, toda la casa estaba llena de ellas, pero
especialmente ese día aun más, las mariposas de todos los tamaños le daban un
ambiente tenebroso al hogar, como si estas quisieran avisar algo. Todos le tenemos
miedo a algo y uno de mis miedos son las mariposas grandes negras, será por los
mitos que cada día son transmitidos por
generaciones, el mito para que yo le cogiera miedo a esta, es aquel que dice
que son informadoras de malas noticias, de alguien que va a morir, va a salir
accidentado o le va a pasar algo malo. Por coincidencia, cada vez que yo me
encontraba en mi casa una de aquellas mariposas pasaba algo extraño, lo que
motivó a que no soportara aquel día estar dentro de la casa con la idea de que
en cualquier momento uno de aquellos grades animales revoleteara sobre mi
cabeza y por esquivarla provocara un daño. Es extraño como lo que es
transmitido de boca en boca, sin saber de quién vinieron las palabras de la
leyenda, mito o relato y qué hecho fue lo que provocó para decirlo, si tal vez
fue un accidente, una charla o algo observado, pueda influir tanto hasta la
posición de crear miedo, sicosis o creencia sobre el hecho.
A la una de la tarde después de que todos se
levantaran, desayunaran y se organizaran, comentaron lo que haríamos en el día,
primero subiríamos una montaña, luego volveríamos a la casa a almorzar, después
a caminar y a jugar a la cancha y ya regresaríamos de nuevo a la casa a
compartir en familia, comer, escuchar música y, por mi parte, observar el cielo
que para esos días estaba inundado de estrellas. La mayoría de lo que teníamos
en mente se cumplió pero no fue exactamente de esa manera.
Ya
casi para llegar a la cima de la montaña, todos estábamos muy cansados pero
llegar hasta arriba fue la mayor satisfacción, de aquella altura se podían
contemplar paisajes aun más hermosos y misteriosos y el viento era frío pero
nos revitalizó porque habíamos llegado casi muertos, encontramos un palo de
naranjas y las empezamos a coger y a comer, como ya no teníamos nada que hacer
pero tampoco queríamos bajar, a mi tía se le ocurrió la idea de jugar bate, yo
no me imaginaba con qué porque no habíamos llevado ningún artículo para jugar, así
que uno cogió un palo y vi a mi tía coger estiércol seco y lo empezó a tirar
hacia el que tenía el palo mientras este desasía el estiércol volando a todos
lados en mil pedazos, al principio me dio asco y estaba sorprendida porque no sabía
ese lado de niños que todavía conservaba mi familia, pero luego me uní a la
diversión. Más tarde, ya agotados, llegamos a la casa con el cuerpo sin espacio
de una gota más de sudor y algunos de estiércol. Nos organizamos uno por uno
antes de entrar todos sucios a la casa y ya cuando todos estábamos limpios y
organizados nos sentamos todos a almorzar a las cinco de la tarde. Mientras
almorzábamos, mi tía vio que subía la prima de ella con su familia en el carro
hacia la finca que quedaba un poco más arriba de la que nosotros estábamos, al
parecer todos los familiares de los que vivían en ese sector estaban por allá.
Luego
de almorzar todos estábamos muy fatigados, motivo por el que nos quedamos en la
casa descansando, mis tíos en la parte de afuera tomando cerveza y escuchando
música, los niños sí sacaban más batería de donde no las tenían y jugaban al
frente de mis tíos y los que estábamos muy agotados y congelados nos refugiamos
en una habitación, sentados y otros acostados en la cama cantando y contando
historias pasadas, de aquellas que había mencionado antes que son tan
importantes que en cada conversación no se pueden pasar por alto. En esos
momentos llegó la prima de mi tía, que habíamos visto pasar en su carro,
saludando muy alegremente e invitándonos al estadero que al parecer iba a haber
mucha gente. Todos estábamos muy rendidos y desarreglados para ir a bailar e
insistimos en que no fuéramos, pero mi tía dijo que era la oportunidad de
volverse a encontrar con todos los que hace tiempo no veía y que quería estar
en compañía de nosotros, entonces acostamos a los niños, las abuelas y el
abuelo se quedaron cuidándolos y todos los demás nos fuimos. Bajamos al
estadero no por el camino donde se encontraba la huerta porque estaba muy
oscuro sino, más bien, por la carretera.
Llegamos
todos al estadero aproximadamente a las nueve de la noche, estaba lleno de
gente, pedimos trago y mecato para pasar la noche, yo me dediqué a ver bailar y
a conversar con los que estaban en mi mesa, pero había algo en el ambiente que
no me agradaba, sería porque estaba exhausta y habían muchas personas y la
música estaba muy fuerte. Pero a las nueve y media pasó lo inesperado, mientras
a un familiar mío le enseñaba a bailar mi tía, lo cual era muy chistoso y
parecían especiales porque ella era mucho más bajita y trocita que él y él no
tenía nada de ritmo, llegaron ocho encapuchados, armados, con maletines
grandes, hicieron apagar la música y sentarnos a todos con las manos arriba, mi
reacción al verlos fue echar a correr pero si no es por la mano salvadora de mi
tía me hubieran disparado, me agarró fuertemente y me dijo que conservara la
calma, yo no podía dejar de temblar, ella lo único valioso que tenía en esos
momentos era el celular, mientras los ladrones organizaban a las otras personas
ella y su hijo, que era al que le estaban enseñando a bailar, tiraron el
celular bajo la banca en que estábamos sentados, todos estábamos en shock,
parecía un chiste, algunos se arriesgaban a decir si era un simulacro o se
preguntaban si aquel hecho era de verdad. Mientras ellos revisaban, primero a
los hombres, yo veía embarazadas desmayarse, mujeres que ni se movían, las
invadía el pánico, pero hubo un hecho que me relajó y ahora me parece cómico,
al mirar hacia mi lado izquierdo vi como el hijo de mi tía mantenía una mano
arriba como lo indicaba la orden de los encapuchados y con la otra tomaba, como
si no le temiera a la muerte. Es asombroso el miedo que podemos tener a la
muerte algunas personas y el poder que tiene un arma para amenazarnos, éramos más
de cien personas y ninguna se atrevía a abalanzarse sobre ellos, solo se
necesitaban entre unas 3 personas que se encontraran al lado de cada uno de los
ladrones para que el atraco de estos fracasara, pero, para ello, se necesitaba
valor y cooperación entre todos, cosa que tan solo con ocho armas ya se había
eclipsado.
La
tensión aumentó cuando llegaron a requisar a una de mis tías, la que estaba
enseñando a bailar al hijo de mi otra tía, ella tiene un carácter fuerte pero a
la vez es muy relajada y ese día ella creía que podía enfrentar al que fuera. Entonces,
al revisarle el bolsito que llevaba, ella les dijo que simplemente llevaba tres
cajas de chiclets que si querían se las llevaran, entre ellos se miraron y solo
uno dijo “ahora la tenemos en cuenta” y siguieron robando, se llevaron joyas,
una gran cantidad de dinero, cámaras, celulares e, inclusive, zapatos.
Terminaron de requisar a todos y ya se iban a marchar cuando se acordaron de mi
tía, dijeron “hey la de los chiclets venga pase adelante que la vamos a
quebrar” en el momento en que le apuntaban con el arma mi otra tía hecha nervios
se atravesó y dijo “ella es especial, ella es especial, por favor no”, ellos
con una sonrisa en sus labios la dejaron ir, se montaron en cuatro motos y
dieron 2 tiros al aire, lo que provocó que todos nos tiráramos al suelo, mi tía
y su hijo recogieron su celular y esperamos 2 minutos y nos subimos corriendo
hacia la casa. Mi abuela, doña Luz y don Fernando nos estaban esperando
ansiosos para ver qué era lo que había pasado porque habían escuchado varios
disparos. Les explicaron, hubo discusiones, alegaron casi toda la noche, yo no
decía nada, no podía reaccionar y, en medio de la tembladera, me quedé dormida.
Al otro día me levanté como si se me hubiera muerto alguien la noche pasada,
todos ya estaban desayunando, la mayoría ya se había organizado, sus maletas
estaban arregladas y ya habían llamado el señor que arreglaría el carro, nos
íbamos de inmediato. Cuando me vieron me abrazaron fuertemente, tuvo que pasar
aquel hecho para que, los que estábamos mal, nos reconciliáramos. Qué irónica
es la vida, tenemos a las personas que queremos sanas a nuestro lado y nos
importa poco si estamos bien o no con ellas, pero se ven en peligro y es la
hora de pedir perdón y decir que las amamos, siempre ha sido la manía del ser
humano.
De
camino a casa, el 11 de enero, todos estábamos en silencio, yo pensaba en cómo
la necesidad y la pobreza pasan los
límites de lo que nos hace humanos, hasta el punto que se es capaz de
quitar lo poco que tenían los demás para complacer lo mucho que queremos tener.
Aquí en Colombia esto es muy frecuente, el poco interés del Estado, incita a
que las personas actúen por sus propios medios, busquen soluciones de
supervivencia, pero luego el gobierno se dedica a juzgar y a llenar el país de
cárceles, pero no se inmutan por tener analistas que puedan descubrir porque se
dan estos problemas de violencia en el país y cuáles podrían ser las soluciones,
y, por supuesto, a ellos no les conviene hacer esto porque tendrían que
preocuparse de la población y, en tal caso de negligencia, ellos serían los
culpables, así que prefieren limpiarse las manos y culpar a los de bajo poder.
Al
otro día, 12 de enero, ya en mi casa con mi familia vi en la televisión otro
robo que había sucedido esa mañana en Fredonia. Quedé allí, sentada, con un
sinsabor como si hubiera dejado algo allí sin descubrir ni comprender. Ese día en la tarde llamó
don Fernando a avisar que el día del atraco los ladrones habían estado en la
huerta toda la tarde observando la situación, que había encontrado servilletas
y envases de gaseosa allí y que alguien vio movimientos sospechosos salir de
allá. Por alguna extraña razón ese día nadie había subido a la huerta.
Líderes de falsa moral
Artículo de opinión de Daniela Gaitán Arbeláez
Sección XI-24 de 2013
En el año 1118, en el monasterio de Santa María in Pallara, en el Palatino, se dio lugar a la primera asamblea cardenalicia, donde el clero y el pueblo eran quienes elegían al obispo de Roma. Tiempo después esto se resolvería con la elección.Y aunque ha pasado ya mucho tiempo aún se elige el personaje que representará y liderará la Iglesia Católica, pero al igual que los políticos, es mas pantalla que acciones.
Y si, nos dicen que el vaticano sigue aquello que plantea: "Que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda.”, Pero ¿que podríamos pensar nosotros cuando miramos a nuestro alrededor y vemos que nada cambia, que los niños siguen muriendo de hambre, que hay millones de gente pobre viviendo en las calles, sin un presente con esperanzas y mucho menos un futuro idealizado; y luego vemos al papa sentado en su trono con sus lujos y demás? ¿En que nos podemos basar para afirmar que el papa ayuda realmente a nuestra población? ¿Es cuestión de fe? Porque si es así, podría casi asegurar que si las cosas van como van, en la iglesia católica solo quedarán las monjas y sacerdotes ancianos predicando entre sí.
No se puede pretender que la fe se encuentre en nosotros “porque si”; es tal cual como la fe que tiene un niño hacia el ratón Pérez, o alguno de esos cuentos. Con esto, no pretendo negar la existencia de Dios, tan solo es una idea que nos pone a reflexionar en que si como iglesia católica se están haciendo bien las cosas, si son llevadas de la mejor manera realmente; el problema es que los líderes católicos no se dan cuenta el gran cargo que llevan en sus hombros, ellos mueven multitudes, y no están dando el ejemplo que se supone deben dar; cada día hay más pederastia, cada vez se inventan mas leyes morales estúpidas que ni ellos mismos cumplen, nos siguen ocultando cosas, pretendiendo que creamos en algo sin verdaderas bases fundamentadas, y en lugar de predicar el amor, que es lo que supuestamente Jesús nos ha dejado como enseñanza, cada vez hablan más sobre lo malo que nos pasará si incumplimos a Dios, lo malo que será vivir “descarriadamente” , lo malo que es no invertir en la bolsa por la santidad.
¿Qué nos falta entonces en este mundo de modernista y caótico? Encontrar la manera de sacar a flote, percibir y dar un verdadero uso de nuestra espiritualidad, a la cual no solo se llega por medio de religiones, sino por nuestro propio sentir y nuestra real entrega.
Y si usted es de las personas estrictamente religiosa, la invitación para usted es hacer cumplir realmente lo que le designa su religión, ya que si la sigue es porque está de acuerdo con ella en todo sentido, por muy machista e ilógica que pueda parecer, porque de nada sirve llamarse a si mismo Católico, Cristiano, Musulmán o cualquier otro caso, si se está ejerciendo a medias, así como hacemos los Colombianos, tenemos nuestros rosarios y camándulas en los cuellos, estampitas en las billeteras y no sabemos a qué se debe la elección de un papa, no hemos leído la biblia ( lo cual es como firmar un contrato sin ser leído), no entendemos lo que nos dice el sacerdote en misa, y aun así repetimos esto como buenos borregos una y otra vez .
No hay nada peor que la ignorancia, y aunque no creo que en este mundo podamos salir completamente de ella, nunca sobrará el deseo de ir más allá de lo que nos plantean.
Mi bicicleta
Crónica de Katherine Vargas Pineda
XI-24 de 2013
Miércoles, 6 de marzo del 2013. Me levanté a eso de las 4:30 a.m, me bañé, me alisté, me tomé un café, me cepillé los dientes, empaqué las cosas del colegio, cogí mi bicicleta y comenzó mi día…
Salgo de casa en mi bicicleta, con la skate al lado, enciendo mi mp3, pongo mi banda favorita y a pedalear se dijo; empiezo a ver todos los transportadores con gestos de estrés, recogiendo niños, mandando la mano al claxon mientras yo sigo tranquila por la calles de Medellín sin esperar trancones, sin contaminar la ciudad, sin estresarme; de un momento a otro escucho un estallido a un par de metros de distancia, miro hacia atrás y un bus se estrelló con cualquier otro vehículo, se agitó más la ciudad! Empiezan los gigantes trancones, los pasajeros estresados, malacarosos esperando el bus que los seguiría arrimando, los gritos, los pitos, los semáforos en rojo, no pude evitar contagiarme de tanto estrés de la gente. Pero por que ocurriría este accidente como vendría este conductor lastimosamente esto no nos sorprende casi ya que diariamente miles de personas en todo el mundo, se enfrentan a la muerte o discapacidad de sus familiares debido a lesiones ocasionadas en siniestros de tránsito, esta situación genera u alto costo social en términos económicos y lo que es todavía mas importante un gran dolor y desequilibrio, psicológico, familiar, social y hasta laboral, para las personas directa o indirectamente implicadas.
Solo en Medellín, murieron en 2009 más de 300 personas, a causa de esta siniestralidad, la búsqueda de soluciones para este problemática de salud publica, ha sido liberada por las asociaciones de victimas de siniestros de transito con el fin de buscar atención de autoridades y sociedad en general para que asuma la accidentalidad con el fin de llamar este proyecto siniestros de tránsito así que las calles se empiezan a congestionar más y apenas empezando un bonito día; pero lo único que queda en mi mente es imaginarme que alrededor mío no hay nada y sigo derecho, ejercitándome, respirando profundo y mirando siempre hacía delante, entre pedal y pedal por fin llegué al colegio y empezó la rutina del día mencionado; primera clase del día empezamos bien, pero con un interés fuera de las aulas de clases, se me hicieron eternas las horas, sólo esperaba la hora de salida para volver a coger mi bicicleta y llegar al Skatepark (Lugar donde tanto me divierto). Por fin se llegó la hora de salida, vuelvo al mismo estrés del tránsito, pero se me olvidaba que yo no tenía nada que ver con eso, no tenía que preocuparme por tantas cosas como los automovilistas, llegó al lugar que tanto esperaba en el día amarré mi bicicleta y me di cuenta que es el mejor medio de transporte que hay, sin estrés, sin feos estrellones, sin gritos... !ahh! Y lo más importante, sin contaminación.
Mi vida es Nacional
Crónica de Leonardo Villa Morales
Sección XI-23 de 2013
“Mi vida es Nacional” frase que para un joven de 26 años desempleado ya adentrado en el mundo de las sustancias psicoactivas y el vandalismo son bastantes importantes, Javier Carmona Zapata un pelado que a sus 13 años deja el estudio y se dedica a seguir a un equipo de futbol a donde fuera; como el 47% de jóvenes de Medellín decidieron por conformarse ver ganar un equipo embriagarse delinquir consumir sustancias que en asegurarse un futuro y graduarse de bachiller y continuar con sus estudios superiores, “Fati” conocido así por sus amigos del combo, sus hermanos como el los llama, sale cada domingo a las calles de la eterna primavera con dos bolsas de caramelos y con el fin de por este medio hacerse la boleta para el próximo partido que ha de comenzar dentro de 6 horas, y que para él es lo único más importante que su propia madre doña Berta que con el poco dinero que recibe de su pensión le da esas bolsas de caramelos, que para alrededor de las cuatro de la tarde y faltando 4 horas para que comience el encuentro del amado club no sirva de nada.
Fati se torna impaciente y decide dejar las bolsas de confites y venderlas por 4 mil pesos, desenfunda su puñal que en la cacha lleva el escudo de su equipo y como él le dice ponerse al asecho; dice que no es nada malo hacer esto se ríe con un cinismo y que además solo roba a los que tienen cara de ricos que daban el “choto” y sacaban esos BlackBerry a tomasen fotos y dar farándula en el estadio creyéndose los peores verdaderos sin saber lo que es ser arrestado por hurto aguantando palo de los “cerdos” esos policías y viendo a tu “cucha” llorar por que sos un desadaptado más de la sociedad, de una sociedad que a comienzos de este año el índice de violencia y hurto a incrementado en un 10 % y con un índice de 3% con heridas mortales o de gravedad; Cosa que para el Fati es algo que es de cada 8 días que esa pasión lo ha llevado a límites que nunca pensó alcanzar hasta el punto de poder llegar a matar agredir y robar por el simple hecho de que juega un equipo y que tenes que estar allá presente quebrándote la voz y siendo tachado por la sociedad como ahí va el hincha el que en vez de alentar roba y mata.
Los colores de una camisa ya simbolizan más que un cuadro de fútbol para personas como el Fati son la piel, son la armadura que cada fecha se debe llevar pues el escudo de su equipo lo lleva tatuado en su pecho, tuvo que robar durante una semana para poder reunir los 150 mil pesos que debía tener para poder dibujarse esta muestra de amor en su cuerpo, pero esto no es lo malo lo malo es que pelados como este que sin ningún juicio hace estas locuras tacha a todo un grupo de personas que son la fiesta el folclor del fútbol como delincuentes desadaptados que no tienen oficio; Hasta hoy el joven protagonista de esta crónica no piensa cambiar cual será su final será que terminara durmiendo en una cárcel pagando alrededor de medio millón de pesos por 8 cuadros de baldosas a las bandas internas en la sobrepoblada cárcel de Bellavista o terminara muerto en un cajón con los colores de su equipo.
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