La crónica, un
género del periodismo literario equidistante
entre la
información y la interpretación
Dr. Rafael Yanes Mesa
1. El periodismo literario
Las relaciones entre la
literatura y el periodismo son objeto de numerosos trabajos de investigación.
Algunos autores consideran que son dos mundos completamente diferenciados, con
objetivos y métodos muy distantes, mientras que otros matizan al afirmar que,
si bien es verdad que el periodismo informativo expresado en la noticia tiene
unas características propias muy distintas a las de una obra literaria, no es
menos cierto que determinados géneros periodísticos se acercan claramente a lo
que podríamos definir como una obra de creación con elementos próximos a la
literatura.
En el periodismo en sentido
estricto destaca la función informativa con un lenguaje asequible para el
lector medio, y donde lo importante es que lo escrito sea entendido con
inmediatez por el consumidor de prensa. En la literatura, sin embargo, lo que
importa es la forma, la belleza de expresión, y no que se comprenda desde una
primera lectura. La obra literaria está dirigida a un público concreto,
mientras que el periodismo es para toda la sociedad. Se podría afirmar que el
lector de periódicos busca información veraz sobre la actualidad, y la quiere
conseguir en un corto espacio de tiempo, mientras que el lector de libros lee
sin prisas por el placer de la lectura, para disfrutar de la forma con la que
está escrito y sin buscar ninguna novedad.
Las diferencias entre ambos se
difuminan en el periodismo literario. Son trabajos periodísticos con elementos
propios de la literatura, o, dicho de otra forma, escritos literarios con una
función informativa. Los lectores de los artículos que hoy proliferan en la
prensa diaria buscan el placer de leer trabajos creativos en los que abundan
recursos lingüísticos propios de una obra literaria, aunque informan sobre
asuntos de candente actualidad. Es literatura, pues lo importante es la belleza
del texto, pero también es periodismo, ya que no abandona su función
informativa, por lo que no es adecuado afirmar que un escrito es periodístico o
es literario pero no ambas cosas a la vez, ya que hay textos en los que la
literatura y el periodismo “se abrazan” (López Pan, 1996: 123).
Gonzalo Martín Vivaldi (1998:
249) cree que la diferencia entre periodismo y literatura no es que el primero
represente la objetividad y la segunda la subjetividad. En su opinión, el buen
periodismo es también literatura. Son dos disciplinas que hoy se solapan, pues
la literatura es, o debería ser, un mensaje comprometido, un reflejo fiel del
mundo en que se vive, y el periodismo supone, además de comunicación,
revelación, descubrimiento de esa realidad. Es decir, la literatura tiene mucho
de comunicación, y el periodismo también es subjetivismo sobre la propia
realidad. Este autor concluye con la afirmación de que el periodismo no es un
arte literario menor, sino un arte literario diferente.
Además, la literatura y el
periodismo aparecen unidos desde los inicios de éste: el periodismo tiene sus
raíces en la literatura, especialmente en España, donde los primeros periódicos
contienen gran cantidad de colaboraciones de escritores de prestigio. Manuel
Vicent (Vilamor, 2000: 67) afirma que el periodismo es un género literario
autónomo nuevo, ya que es el gran género literario nacido durante el siglo XX,
del mismo modo que la novela lo fue en el XIX, el ensayo en el XVIII, el teatro
en el XVII, o la poesía en el XVI. En su opinión, el siglo XX no podría
entenderse sin el periodismo.
Hay textos periodísticos
elaborados con multitud de elementos lingüísticos literarios, al igual que
también aparecen en prensa escritos literarios que contienen elementos
informativos sobre la realidad del momento. Es el periodismo literario.
Escritos que son Periodismo porque en ellos prevalece la actualidad, el interés
y la comunicabilidad, y porque están escritos con el triple propósito de
informar, orientar o distraer, pero también son Literatura porque contienen
algo más que comunicación, interés y actualidad, y están escritos con un estilo
muy personal (Abril, 1999: 137).
2. La crónica, entre la
información y la interpretación
Algunos autores consideran que
la crónica es un género claramente identificado dentro del periodismo
informativo por el hecho de basarse en la noticia, ya que sin ésta pasaría a
ser un relato histórico o un artículo valorativo (García, 1985: 60). Otros,
como Martínez Aguinagalde (1997: 70), afirman que la crónica es el más
interpretativo de los géneros periodísticos. Ninguna de las dos visiones es
completa. Aunque es un género que contiene una inequívoca faceta informativa,
tiene algo más que pura información, ya que su identidad está determinada por
la interpretación y valoración de lo narrado. Por ello puede considerarse un
género ambivalente, en tanto que es información, pero también interpretación,
es decir, un género mixto entre el periodismo informativo y el periodismo de opinión.
En cierta forma, la crónica es
un género que existe antes que el propio periodismo. El relato interpretativo
contado desde el lugar donde sucede un hecho noticioso aparece pronto en la
historia de la humanidad. Su nombre tiene el antecedente etimológico “cronos”,
que significa “tiempo”, por lo que hace referencia a una narración ligada a la
secuencia temporal. Sin embargo, mucho más que la información, lo importante de
este género es su función interpretativa, ya que la crónica es un texto que narra
los hechos en un medio informativo con una valoración de su autor (Martín,
1998: 123). Se puede definir como una noticia interpretada, valorada, comentada
y enjuiciada (Vilamor, 2000: 341), es decir, un género híbrido entre los
interpretativos y los informativos (Hernando, 2000: 21) o que se encuentra en
el límite entre los informativos y los de opinión (Gutiérrez, 1984: 114).
Para el profesor Martínez
Albertos (1983: 361), la crónica tiene esta doble finalidad, pues además de ser
el texto narrativo de unos hechos, contiene también la valoración
interpretativa de los mismos, ya que se trata de un género que, particularmente
en España, está redactado con un estilo ambiguo entre el propio de un
periodismo informativo y el de solicitación de opinión. En su opinión, la
crónica es la narración de una noticia con ciertos elementos valorativos, que
siempre deben ser secundarios respecto al relato del hecho que la origina. Se
trata de un texto que intenta reflejar lo acaecido entre dos fechas, de ahí le
viene su origen etimológico, y además forma parte de un grupo de géneros que él
denomina para la interpretación periodística por encuadrarse dentro del marco
referencial del “mundo del relato”.
Gabriel García Márquez (2001:
2) tampoco cree que las fronteras de este género estén bien definidas, y estima
que nunca se aprenderá a distinguir a primera vista entre géneros tan
diferentes como el reportaje y la crónica, e incluso entre estos géneros
periodísticos y el cuento o la novela. La crónica está a caballo entre la información
pura, en cuanto aporta datos de actualidad, y el periodismo de interpretación,
ya que incluye valoraciones personales (Muñoz, 1994: 133).
Es necesario precisar la
separación clara entre la crónica y el reportaje. Mientras una crónica la
realiza un periodista desde el lugar de los hechos, en el caso del reportaje su
autor puede estar ausente. Esta es la diferencia fundamental entre ambos
géneros periodísticos. Si se hace una crónica de una sesión parlamentaria, de
la guerra de Irak o de un partido de fútbol, la condición sine qua non es que
el cronista se encuentre en el Parlamento, en el frente de batalla o en el
estadio. Sin embargo, puede hacerse un reportaje sobre la Luna sin que el
periodista la visite. Pero además, hay un elemento esencial que marca la
estructura de la crónica: la secuencia temporal, que aunque en el reportaje se
puede contemplar como elemento anexo, no conforma el centro del texto (Elías,
2003: 220).
Pero posiblemente, la
principal confusión con este género está producida desde el propio periodismo.
Algunos periódicos anuncian una “crónica de nuestro corresponsal”, cuando se
trata realmente de una noticia sin ningún componente interpretativo. El cronista
tiene la misión de informar sobre lo sucedido, de contarlo, pero, a diferencia
de la noticia, lo comenta desde su punto de vista. Es un relato sobre un hecho
noticiable, pero en el que se incluye la valoración parcial de su autor. Se
trata de una interpretación subjetiva de los hechos ocurridos, contados desde
el lugar en el que se producen y con una implicación clara de su cronología.
Por esta condición, son varios
estudiosos los que apuestan por considerar que la crónica es un texto
estrictamente informativo. Ana Francisca Aldunate y María José Lecaros (1989:
13) afirman que lo importante de este género es la función narrativa, y lo
definen como un relato directo e inmediato de una noticia, una narración de los
sucesos de actualidad con un esquema poco rígido. En su opinión, la crónica es
un género esencialmente informativo, y lo definen como un relato desapasionado
que muestra uno o varios hechos ordenados, con lead y en una estructura de
pirámide invertida, es decir, se relata lo sucedido jerarquizando en forma
decreciente las distintas partes teniendo en cuenta el interés informativo,
como en la noticia.
Sin embargo, dentro de este
género, la información y la interpretación son dos componentes inseparables.
Juntas forman la esencia de la crónica. Mientras que en el artículo, la noticia
no forma parte del texto y sólo es su pretexto, en la crónica destaca la
función informativa sobre un hecho que es interpretado por su autor. Es algo
más que noticia y no llega a un género estrictamente de opinión.
Además, su estilo creativo la
acerca a la literatura. El profesor Martínez Albertos (1983: 360) afirma que la
crónica puede ser considerada un género literario muy desarrollado en el
periodismo latino, y desconocido, al menos con estas características, en el periodismo
anglosajón. Cercano a una obra literaria también lo considera Héctor Borrat
(1989: 122), quien asegura que la crónica es un texto redactado con estilo
libre, firmado por su autor, y que se caracteriza principalmente por el uso de
recursos propios de la literatura.
Es un género de autor. Aunque
el hecho relatado en la crónica es rigurosamente objetivo, está elaborado con
una riqueza de vocabulario y con una interpretación personal que lo alejan del
periodismo estrictamente informativo. Martínez Vallvey (1996: 109) destaca su
carácter eminentemente literario, al afirmar que la crónica es un texto con
sello personal no sólo porque suele ir firmado, sino porque el cronista
comenta, amplía y ordena los hechos a su manera, y lo hace con estilo literario
sin dejar de ser periodístico.
3. Un género de periodismo
literario
En la crónica destaca su
estilo creativo. No es la simple interpretación de un acontecimiento, sino la
narración valorada de lo sucedido recientemente contado de forma amena. Según Manuel
Graña, lo que distingue la verdadera crónica es precisamente el sello personal
que se advierte, porque va firmada, y su autor, además de enjuiciar, prioriza
los hechos a su manera (Martín Vivaldi, 1998: 139). El cronista es un testigo
presencial que da fe de lo que ocurre, y lo hace con su particular forma de
expresarse.
El estilo personal de quien lo
firma es lo que caracteriza a este género periodístico. La crónica se distingue
por el sello de su autor, y esto forma la esencia misma del texto. Se trata de
un relato informativo, es decir, la unión del relato y el comentario subjetivo
de lo noticiable, ya que es un trabajo en el que se da cuenta de un suceso de
actualidad a través de la visión personal de su autor. Es información, aunque
por la subjetividad que supone la interpretación del cronista y por el estilo
ameno con el que está escrito, se aleja del periodismo estrictamente
informativo.
Si quisiéramos delimitar el
estilo de la crónica, por tanto, llegaríamos a la conclusión de que es fundamentalmente
libre. Los elementos creativos que le dan la autoría del cronista conforman su
esencia como texto diferenciado. Por ello, la firma es un dato importante para
el lector por su triple función noticiosa-informativa-valorativa, aunque esa
libertad está condicionada por el hecho que se narra, y que consiste en el
núcleo informativo que la origina.
Pero además, la crónica tiene
los límites éticos del periodismo en general, que impiden la deformación de lo
que realmente ha sucedido. Se plasma la visión personal del cronista, aunque
sin desvirtuar los hechos noticiables objetivos. La interpretación subjetiva
del periodista nunca puede significar una distorsión de lo ocurrido, ya que por
encima de las preferencias ideológicas del cronista está la objetividad de lo
acontecido. Después, el periodista ofrece su particular visión sobre las causas
que lo han motivado o las consecuencias que en el futuro pueden haberse
originado. En resumen, el hecho de firmar la crónica otorga a su autor toda la
libertad expresiva en su estilo personal, pero este principio siempre debe
contemplar las limitaciones deontológicas de la veracidad de los hechos
narrados.
Aunque dispone de total
libertad de estilo, el cronista, como en todo trabajo periodístico, tiene la
obligación de dirigirse al gran público, por lo que debe elaborar un texto
claro, conciso y transparente. Es aconsejable la oración simple y el párrafo no
demasiado extenso. Las frases no deberán exceder de las dieciséis o diecisiete
palabras, y los párrafos de setenta a ochenta para facilitar la lectura. Para
el profesor Martínez Albertos (1983: 363), el estilo de la crónica debe ser
directo y llano, esencialmente objetivo, pero, al mismo tiempo, tiene que
plasmar la personalidad literaria del periodista que la firma. Según este
autor, aunque la crónica es un género que admite la forma expresiva del estilo
literario, no debe aceptarse un exceso de estilo editorializante, es decir, de
juicios de valor que dejen en un segundo plano la función informativa.
La crónica tiene, además, el
propósito de orientar, por lo que esta libertad de estilo también deberá
combinarse con el conocimiento previo del acontecimiento del que se habla, de
forma que el lector adquiera un conocimiento global desde un determinado punto
de vista, pero siempre con la belleza expresiva propia de un género del
periodismo literario. Teniendo en cuenta todo ello, puede definirse la crónica
como “un texto del periodismo literario redactado desde el lugar en el que han
ocurrido unos hechos noticiables, y donde es imprescindible la interpretación
de su autor”.
4. Un modelo estructural libre
La crónica es un género
informativo-narrativo con absoluta libertad expresiva, por lo que permite no
ceñirse a la estructura formal de la pirámide invertida, que es una
característica del periodismo exclusivamente informativo. No obstante, como en
todo trabajo periodístico, la titulación es el principal medio para atraer al
lector. En el título debe quedar claro que no es una noticia. Para ello es
necesario que la titulación tenga elementos interpretativos. Un titular frío e
imparcial hace que el lector se acerque a su texto sin percibir que se trata de
una valoración de lo que ha sucedido. Nunca debe comenzarse con una titulación
eminentemente informativa. Álex Grijelmo (2001: 482) considera que los
titulares de las crónicas pueden ser de tres tipos: como cualquier otra
noticia, es decir, con importancia en el contenido informativo; con cierta
carga de interpretación, que es el titular más específico de este género; y con
una opinión, bastante utilizado en las crónicas taurinas y deportivas. El
primer tipo no parece adecuado para este género, ya que una crónica no es “como
cualquier otra noticia”.
El primer párrafo, además,
tiene la función de captar un mayor interés por parte del lector. Para ello, se
debe comenzar con un juicio acertado y original, o con una apelación a lo
sucedido por medio de una frase impactante. El objetivo es que el receptor se
sienta atraído por su lectura hasta el final del texto. Es corriente una
técnica que consiste en dejar algún interrogante de cierta importancia en la
entradilla para obligar a buscar la respuesta en el cuerpo, pero es necesario
hacerlo con precaución, ya que el interés suscitado debe verse finalmente
compensado.
En opinión de Susana González
Reyna (1991: 37), la crónica es un género que recurre a la forma narrativa para
el relato de lo sucedido, por lo que le corresponde la estructura de un texto
unitario. En su opinión, este género tiene unas características en su redacción
basadas en cuatro condiciones: Evocar el suceso que se quiere destacar, ordenar
los datos importantes, dar el tono adecuado para atraer al lector y agregar un
comentario personal del periodista de forma discreta y elegante. Esta autora
propone una estructura sencilla de tres partes que considera igualmente
importantes: La entrada, que debe tener fuerza y resultar atractiva, el relato,
que incluye los detalles importantes de lo sucedido y la conclusión, que es el
final del relato, aunque no un juicio.
Pero en la crónica se
distinguen claramente sólo dos partes: la titulación y el cuerpo. Como componentes
de la primera se pueden contemplar el título -que puede tener antetítulo y
subtítulo-, y el lead -que en su defecto hace su función el primer párrafo-. El
lead, aunque con la función de atraer al lector que lo caracteriza en todo
género, no debe incidir en el hecho noticioso, y es aconsejable que contenga
recursos literarios originales.
El cuerpo de la crónica tiene
un estilo libre, por lo que es difícil prever si el cronista va a dar más o
menos importancia al hecho noticiable, o, por el contrario, es la valoración lo
más destacado de su trabajo. Además, no parece adecuado especificar una
composición con una presentación, argumentación y conclusión, pues el orden de
las partes que lo componen es diferente en cada una dependiendo de su autor. La
conclusión no está siempre al final del relato, pues muchos cronistas prefieren
hacer la valoración al principio, e incluso en los titulares, mientras que la
argumentación normalmente va a lo largo de todo el texto. Es un género con una
estructura formal absolutamente libre.
5. Sólo dos modalidades
Las crónicas son tan variadas
como los estilos de sus autores. Cada cronista imprime su sello personal, por
lo que intentar hacer una clasificación válida para todos los casos es una
misión algo complicada. Por ello, algunos autores prefieren distinguirlas
teniendo en cuenta el asunto del que tratan -crónica de sucesos, crónica
deportiva, crónica taurina…- o el lugar desde el que se realizan -crónica de
corresponsal en el extranjero, crónica de corresponsal en provincias, crónica
de enviado especial…- (García Núñez, 1985: 63). Lorenzo Gomis prefiere
diferenciarlas en sólo dos tipos: la crónica que cubre un lugar, y la crónica
que cubre un suceso. Para este autor, mientras que en el primer grupo el
periodista relata y valora cualquier asunto que se presente en el sitio desde
donde la realiza, en el segundo caso lo normal es que se trate de un
especialista en crónicas judiciales, deportivas o parlamentarias.
Pero además de estos
criterios, lo que define a una crónica es su estilo. Se trata de un texto que
siempre debe estar elaborado con recursos creativos, ya que es el rasgo
característico de su esencia como género periodístico diferenciado. En palabras
de Martín Vivaldi (1998: 139), todo buen cronista debe “informar
literariamente”. Pero también es un texto informativo, por lo que debe estar
redactado con claridad, sencillez y precisión. Son textos que informan sobre
acontecimientos políticos, sociales, deportivos o taurinos desde el lugar en el
que se han producido, pero el cronista imprime su propio estilo en un género
que podemos considerar “de autor”. Y esta dualidad es la que permite
diferenciarlas en dos grupos. Cuando su estilo le da un contenido
preferentemente centrado en la función informativa sin llegar a ser una
noticia, tenemos la crónica informativa; y cuando principalmente está inclinado
hacia una valoración de lo sucedido sin olvidar la información, se trata de una
crónica valorativa.
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